Monseñor Jaume Pujol

“La especialidad de la Iglesia han sido siempre los pecadores” 

Monseñor Jaume Pujol
Arzobispo Metropolitano de Tarragona, Primado
Miembro del Opus Dei
Tarragona, Catalunya

Tuve la suerte de entrevistar de forma telemática a Monseñor Jaume Pujol, para unos artículos sobre juventud e iglesia. A lo largo de la conversación salió el asunto de la homosexualidad como elemento preocupante para la Iglesia Católica. La postura del Arzobispo, aunque sea adalid del Opus Dei -uno de los movimientos internos de la Iglesia Católica más conservadores- es reflexionada. Y aunque no comparto su opinión, si que entiendo sus reflexiones. Pujol es un hombre con convicciones estrictas, y preferí mantener un tono cordial, sin atacar lo que creo fundamental, para poder rentabilidad al máximo la entrevista. Este es un fragmento. 

A menudo el mensaje y discurso televisivo es poco realista por lo que se refiere a los valores cristianos católicos, ya que siempre aparece una Iglesia radical.¿Cree que es una imagen distorsionada? Ello no debe contribuir a que los jóvenes que se sienten atraídos por el mensaje de Dios, hagan el esfuerzo de acercarse más. 
Es cierto que hay ocasiones en que el mensaje de la Iglesia que llega a las audiencias de la televisión no tiene el atractivo que, a mi entender, tiene la Iglesia y su mensaje, cuando se conoce de primera mano. De la misma forma que es un buen costumbre no valorar las personas sin conocerlas de primera mano, y procurar escuchar sus razones antes de tomar una actitud concreta, pienso que lo justo sería ofrecer a la Iglesia un trato similar. Debo decir, sin embargo, que muchos periodistas ya tienen este hábito incorporado a su trabajo, y trasmiten una imagen muy aproximada de lo que somos y lo que queremos los cristianos. Pienso en un buen puñado de profesionales que he ido conociendo a lo largo de los años, especialmente aquí en Tarragona. Dicho esto, el gran reto, por nuestra parte, es mostrar mejor toda la belleza y bondad de los valores cristianos, que precisamente son valores humanos, y beneficiosos para todas las personas, más allá de sus creencias. Esto se ha podido ver con algunas personalidades, que han recibido la estima y el reconocimiento de personas de procedencia diversa. Pienso, por ejemplo, en la Madre Teresa de Calcuta y en el Santo Padre Juan Pablo II, la persona que ha convocado más jóvenes en toda la historia. Han sido ejemplos de una transmisión atractiva del mensaje cristiano. 

¿Qué puede hacer la Iglesia para acercar su mensaje a los jóvenes? Hasta donde se puede modernizar este mensaje? 
La función de la Iglesia es facilitar que las personas conozcan mejor a Jesucristo. Claro que debe difundir un mensaje, pero básicamente el cristianismo no es aprender una doctrina, sino seguir una persona, Jesús. Y esta persona es la misma ayer, hoy y siempre: las exigencias del Evangelio que él predicó han sido siempre las mismas. En este sentido, creo que haríamos un flaco favor a los jóvenes si descafeinásemos la figura del Cristo para hacerla más digerible. En realidad, mi experiencia es que cuando se presenta el Cristo en toda su plenitud, pero también en toda su exigencia, es cuando resulta realmente atractivo. Tiene aquella fuerza que lleva a tantos jóvenes de alrededor del mundo a hacer esfuerzos y a renunciar a una vida cómoda para darse a los otros, al servicio generoso, por amor de Dios. Los jóvenes, que son personas de ideales, de horizontes grandes, se dan cuenta de ello: todo es cuestión de acercársele sin prejuicios. 

Por lo que se refiere al papel de la mujer, muchas chicas jóvenes creen que la mujer, dentro de la Iglesia Católica, está infravalorada. 
La mujer, en la Iglesia, tiene la misma dignidad que el hombre, y a ojos de Dios, está llamada a la misma santidad. No hay una vida cristiana de segunda para las mujeres: la vida cristiana - es decir, el seguimiento de Cristo - es el mismo para hombres y para mujeres. En otras palabras, seria un clericalismo mal entendido pensar que la importancia de las personas en la Iglesia se mide por su posición en la Jerarquía. A diferencia de estructuras jerárquicas humanas similares, la proximidad con Dios en el si de la Iglesia no se obtiene por vía de los cargos, que son más a menudo cargas y servicios al resto, sino por la vía de la plegaria, de la frecuencia en la recepción de los Sacramentos y de servicio abnegado al resto de personas, especialmente a los más necesitados. 

Por lo que se refiere a la homosexualidad, se dice que se los acepta siempre que sean castos. Las leyes de nuestro país (entrevista realizada en Barcelona) permiten, sin embargo, las parejas de hecho y los matrimonios civiles. 
A ojos de Dios, y a ojos de la Iglesia, todos estamos llamados a la misma dignidad: a ser hijos de Dios. Esto, entre otras cosas, se traduce en la propuesta a vivir las virtudes que vivió Cristo, respetando la ley de Dios, y procurando vivir las Bendiciones. Esta ley de Dios no es caprichosa, es decir, no prohibe cosas porque si: lo que hace es advertir sobre aquellas cosas que objetivamente hacen daño - no benefician - la vida humana. Entre estas cosas que no nos convienen, porque nos hacen más egoístas, o más soberbios, o el defecto que sea en cada caso, figuran los actos impuros. Pero la fe cristiana no se queda en un simple no, sino en un gran Sí: se dice no a la impureza para decir si al amor generoso y abierto a la vida dentro del matrimonio, a la entrega sacrificada y alegre hacia las personas que nos rodean. Esta es una propuesta de máximos, y tiene como finalidad ofrecer un ideal de vida feliz, tanto en la tierra como en el Cielo. Obviamente, esto va mucho más allá de lo que puedan permitir o no las leyes de los países concretos, que a menudo vienen motivadas por otras finalidades. 

¿Qué le diría a un joven que se dirige a Ud. en confesión y le dice: “Padre, creo en Dios, pero soy homosexual”? 
Le diría que está muy bien que crea en Dios, y que le pida su ayuda. Al mismo tiempo le explicaría que una cosa es la tendencia, y la otra muy diferente son los actos que se comenten. Y que lo que está mal es cometer actos impuros, tanto homosexuales como heterosexuales; es decir, lo que no está bien es hacer uso de la sexualidad fuera del matrimonio. El Señor nos juzgará por nuestros actos. Le animaría a vivir una vida cristiana plena, mantenerse casto, como también deben mantenerse castos el resto de hombres solteros, y a acercarse a Dios y a no pecar. Y si me dijera que ha cometido actos impuros, que es un pecador, le diría que la especialidad de la Iglesia han sido siempre los pecadores, y si está arrepentido y hace promesa de no volver a hacerlo, le daría la absolución. 

Muchos programas de televisión influencian de forma negativa en los jóvenes desde pequeños: violencia, comportamientos negativos, mala educación… ¿Qué recomienda a los padres? 
Los padres deben hacer de padres: el padre de padre, y la madre de madre. Ninguno de los dos es prescindible. A veces, el trajín diario hace que algunos padres confíen toda la educación de los hijos a la escuela y a la televisión, y es una lástima. Les diría que dediquen tiempo a sus hijos, hasta que se conviertan en amigos suyos. Después, que vean la televisión juntos, y que comenten lo que ven. Lo mismo con Internet, que tiene ya tanta o más importancia. 

Otras Iglesias cristianas han optado por ir incorporando a su mensaje temas más modernos, como el sacerdocio femenino o la homosexualidad. ¿Qué piensa de ello? 
Una de estas iglesias, ha sido la Anglicana, y ha provocado una crisis sin precedentes en su sino. Después de 2000 años de historia, se ha demostrado que el mensaje de la fe siempre ha ido contracorriente, pero que en todo momento ha triunfado allí donde se han mantenido las mismas verdades que propuso la primitiva comunidad cristiana, y la predicación de los Apóstoles, como Pablo, que evangelizó Tarragona. Quizás la presentación se ha modernizado y el vocabulario se ha actualizado, pero el contenido ha sido siempre el mismo. Y así nos ha ido bien, y así Dios quiere que sigamos.