Àngel Llorent

“Mi sexualidad fue un regalo añadido a un conjunto de aspectos que me han conformado tal y como soy “ 


Àngel Llorent
Presidente de ACGIL
Associació Cristiana de Gais i Lesbianes
Barcelona



Ángel es un hombre bueno. Hace justicia a su nombre, a su rostro de entrega e ilusión. Es un hombre que da la mano, y se lo cree. No la da por compromiso. Nos citamos en Plaça Catalunya, el centro de nuestro pequeño mundo barcelonés de un invierno benigno, y tomamos un café con leche en un hotel. Me gustan los hoteles, porque los hombres pueden discutir en confianza, porque no hay prisas, y porque pueden hablar en voz alta de homosexualidad y religión sin camareras metomentodos. Me interesa mucho hablar con él, porque lleva al terreno del activismo las reflexiones que yo me hago. Quiero conocer su historia, su trabajo. 

¿Eres Metodista por tradición o por convicción? 
Soy cristiano por encima de todo apellido, por convicción. Ahora bien, creo que en la época de mi vida en la que estoy, la iglesia Metodista es la que mejor se acerca a mi talante. Originalmente, con diecisiete años, estuve en una iglesia Bautista Conservadora, donde pasé muchos años. Pero a la hora de la verdad, nunca supieron darme respuestas ni la integración que yo necesitaba. 

¿Hay tradición de iglesias protestantes en Barcelona? 
De tradición protestante ya encontramos movimientos incluso antes de la llamada Reforma, del 1517. Los “valdesos”, pero se encargaron de callar cualquier voz discordante. En la Plaza del Rey de Barcelona quemaron ocho protestantes en 1562. En Catalunya también, el irlandés James Graydon, teniente del ejército británico, fue uno de los precursores de la impresión de “Lo nou testamento” como miembro de la Bible Society. Por lo que se refiere a los metodistas, gracias al Pastor Rev. William Brown, hacia 1871, se abrió la primera iglesia de la ciudad. Aunque su emplazamiento ha ido cambiando, hoy nos encontramos en el templo de la calle Tallers de Barcelona. 

¿Qué descubriste antes, tu homosexualidad o tu fe? 
Que yo era homosexual ya lo sabía desde que era bien pequeño, a los 12 o 13 años. Fue un hecho que yo no escogí. En cambio, hacia los 17 años como ya comentaba, fue cuando empecé a sentir la llamada de Dios, la fe, cuando descubrí el mensaje puro del Evangelio, y empecé a interesarme por ello. Eso sí que lo escogí. 

¿Porqué escogiste los bautistas? 
Por un contacto familiar que nos animó a que fuéramos a la iglesia. Yo había sufrido depresiones y algún intento de suicidio, porque no me sentía con suficiente libertad para decir públicamente que era gay. Empecé a leer respecto a la historia de las confesiones, y la que más me interesó fue la Reforma que Lutero, sin quererlo, empezó… Yo tenía la necesidad de cierto activismo social en general, trabajar en la comunidad, etc. Y los Bautistas me lo ofrecieron y fueronlos que me dieron raíces de creyente. Fui ampliando mis conocimientos e incluso fui a las misiones, al seminario, etc… eso era lo que me gustaba. 

¿Ellos sabían que eras homosexual? 
No, por supuesto. Ni la familia ni la iglesia. Finalmente, sin embargo, por diferentes motivos, lo acabaron sabiendo. Y aquí empezó el camino hacia la libertado. Estuve muchos años en las mal llamadas “terapias reparadoras”, puesto en manos de “profesionales” que me querían curar. Para ellos he sido un fracaso. Empezamos a trabajar aspectos sociales y formativos. Lo curioso es que no me culparon a mi, sino a mis padres, ya que según ellos yo era víctima de un entorno familiar poco favorable, cosa que era totalmente falsa. Me advirtieron que yo sufría una disfunción emocional. Las terapias reconductoras consistían en prácticas tan simples como pensar en chicas o jugar al fútbol, y hacer actividades masculinas, y negar el hecho homosexual cada vez que me viniera un pensamiento, además del apoyo farmacológico, para tratar la depresión que me provocaba ir “contra natura”. 

¿Y duró mucho todo esto? 
De los 17 a los 27 años aproximadamente. Suficiente como para conocer bien en que consisten estas prácticas reparadoras. Mis fuerzas vitales las usaba para luchar, nadar contra corriente, escapar de un mundo perverso y destructor. Cuando cumplí treinta años, después de diez temporadas de terapias, unos chicos de la iglesia me acusaron de homosexual y de haberlos intentado seducir. Hubo un proceso interno y los que yo hasta entonces consideraba amigos me dieron la espalda. Tuve que dejar todos los ministerios que hasta entonces tenía a mi cargo. De la noche a la mañana pasé de ser una buena persona a ser un perverso que debía quedarse callado en la iglesia, y dijeron que me olvidara de hacer nada ni participar. Acabé marchando, y para ellos fue un lastre que se quitaron de encima. 

Fuiste entonces a buscar una comunidad más abierta. 
Bueno, no fue automático. Estuve unos años sin ir a ninguna parte, aunque mi fe perduraba. Un día llegué a una iglesia presbiteriana, la primera iglesia protestante fundada en Catalunya, una de las familias a las que también pertenece la iglesia metodista. Asistí un par de años. Pero el pastor tampoco veía bien que yo fuera gay. Y aunque nunca tuve la oposición de la iglesia, también acabé por irme. Buscando, encontré la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas, de la que hoy (2011) soy presidente, y les pregunté por si había algún protestante. Me presentaron el que hoy es un gran y querido amigo, miembro de la congregación en la que estoy participando como diácono. Aunque yo la conocía como una “iglesia de pecadores” -nombre curioso que le dan los fundamentalistas- me encontré con la Iglesia Evangélica de Catalunya. Una iglesia inclusiva, que me permitió abrir una nueva etapa en mi camino espiritual. Los y las metodistas, reformados y presbiterianos, comparten a grandes rasgos esta vocación inclusiva, y no tienen diferencias sustanciales. Cuando llegué lo primero que dije al pastor fue que yo era homosexual, que necesitaba una comunidad cristiana t que no podía perder más tiempo. Me abrió sus brazos sin ninguna etiqueta. Ello me ha permitido desarrollar y poder enriquecer mi espiritualidad. Tengo estudios teológicos, como pastor de la salud y asesoramiento personal, y he podido colaborar y hacer activismo en grupos y asociaciones, cristianas y homosexuales, hasta el día de hoy. He podido cumplir mi deseo de colaborar para dar a conocer la realidad de los cristianos homosexuales. 

¿Sientes que Jesús te quiere? 
 Jesús me ama, sea yo como sea. La Iglesia siempre ha hecho un mensaje a su medida. Y por ello fui a buscar una iglesia que me ofreciera este mensaje, que yo creía que era acorde a mi personalidad. No encuentro lógico que un Dios que habla de amor, de justicia, etc. me hiciera pasar este trauma. Dios no me creó para ser un inútil. Creí que el mensaje emitido por aquella comunidad fundamentalista y conservadora estaba equivocado en el lema. La fe, verdadera, la que leo en la Biblia, me ha ayudado a seguir adelante. Además, ni el Nuevo Testamento ni la Tanah condenan la homosexualidad, tal y como yo entiendo la hermenéutica de los textos. Mi sexualidad fue un regalo añadido a un conjunto de aspectos que me han conformado tal y como soy. Igual que la estatura, el color de los ojos, etc. no tiene más importancia de la que queramos darle. 

¿Qué dirías a las personas homosexuales o lesbianas que tienen fe y que no quieren renunciar a ella?
Que sean valientes. Que hay comunidades de base y iglesias abiertas. Que son perfectamente compatibles. Y que no paren de buscar- Lo perfecto no existe, pero sí existen aquellos que te permitirán ser quien eres. 

Entonces ¿recomiendas que se cambien de Iglesia si no están bien? 
No como primera opción. Si ya agotaron todas las formas de inclusión y no funciona, sí que sería necesario un cambio. Si pueden, claro. No planteamos nunca salir de nuestras iglesias para irnos a otra. Mi caso fue un poco especial, pero hay personas que tienen lazos muy fuertes con sus propias comunidades, y no es fácil deshacerlos. En la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas hay cristianos y cristianas que son católicos, otros protestantes… hemos encontrado de todo en estos veinte años de recorrido. Es importante luchar desde dentro, también en paz y respeto, pero con firmeza y decisión, para poder incrementar los derechos de los homosexuales dentro de cada comunidad, y hacerlos, en definitiva, ciudadanos de primer orden, como todos.