Adelaide Baracco

“No se puede afirmar la legitimidad de la orientación i al mismo tiempo negar su realización”

Adelaide Baracco
Teóloga
Nápoles


Mi amigo Joan Sebastià me recomienda que hable con Adelaide Baracco, teóloga, preocupada por el papel del homosexual y, especialmente, de la mujer dentro de la Iglesia. Me aporta una visión de la humanidad alejada de la genitalidad de la persona. El amor, como base de la fe cristiana, resulta de nuevo el motus operandi de este fundamento que permite la presencia del homosexual y la lesbiana, con plenos derechos y plena dedicación dentro de la Iglesia. Adelaide recoge, con una visión teológica bien acertada, las aspiraciones del homosexual que cree en Dios.

Defiendes la introducción de la teología en nuestra vida cotidiana. ¿Cómo un homosexual puede vivir con plenitud y sin renunciar a su vida sexual, y con la Biblia en la mesita de noche?
Toda persona humana tiene el derecho a vivir plenamente su existencia, según sus propias opciones, que toma desde el amor, la libertad y la responsabilidad. En este sentido, creo que la sexualidad no se puede desligar del amor. Entiende que esto vale tanto para una persona heterosexual como homosexual. Por lo que se refiere a la teología, creo que tiene el deber de reflexionar a fondo sobre qué implica, para una persona cristiana, vivir su orientación sexual de forma plena, que yo entiendo como amorosa, liberadora, tierna, generosa… ¿Qué dice Jesús de ello? No hay ningún pronunciamiento sobre la homosexualidad. Pero, podemos imaginar cuál habría sido su actitud ante personas que sufrían su exclusión social que se li acercaban: una mirada profunda, amorosa, compasiva, que rescataba su dignidad pisada y les daba fuerza para seguir adelante, cambiando lo que ellos mismos se daban cuenta que tenían que cambiar, y que no era otra cosa que su “corazón”. Jesús no separa el hacer del ser, sino que apela a lo más profundo, allí donde la persona se juega su ser -o no- en favor de Dios. Y si no es Dios, explícitamente, es la Vida, el Amor, el Bien, la Justicia… Para Jesús no hay dicotomía entre alma y cuerpo, sino que el cuerpo expresa lo que el alma vive. No tiene ningún reparo de tocar personas “impuras”, ni de dejarse tocar por ellas. Pensemos en la resurrección del chico muerto, hijo único de una viuda (Lc 7,11-17), o en la unción de Betania (Mc 14,3-9). En ambos casos, Jesús ve únicamente la persona que tiene en frente, y el sentido que para ella tiene esa situación concreta, pasando por alto la ley de la impureza: el criterio es el amor, el bien del otro, su dignidad a recuperar ante una sociedad que aparte y excluye físicamente -el chico muerto- o que juzga y excluye espiritualmente -la mujer que lo unge.
Volviendo a la pregunta, creo que sí, que una persona homosexual puede vivir una vida plena, siempre y cuando se guíe por el criterio del amor. La orientación sexual no es buena ni mala, sencillamente “es”, se da, y la persona acaba siendo consciente de ello, así como acaba siendo consciente de los propios valores, aspiraciones, miedos, conflictos…; por ello, la orientación sexual en su misma, no es pecaminosa - como también dice la Iglesia-; el problema surge cuando pasamos al ámbito del ejercicio de la sexualidad. Personalmente, considero que no se puede afirmar la legitimad de la orientación y al mismo tiempo negar su realización, es decir, los actos, porque así se está negando la unidad profunda de la persona, que no es espíritu-carne, sino espíritu-encarnado, o carne-espiritual. El cuerpo es aquello que nos permite expresar todo lo que nos motiva: amor u odio, estimación o violencia, paz o rabia; por ello, el ejercicio de la sexualidad no es algo meramente técnico, que interesa solo a la corporeidad o genialidad, sino que es algo mucho más profundo y complejo: es la posibilidad que tiene nuestro cuerpo de expresar nuestro espíritu al nivel más íntimo, y también más vulnerable: pero, a la vez, con más capacidad de hacer daño, de destruir, de “violar”. ¿Cuál es el criterio? El amor

La Iglesia, a menudo, se define también como defensa de las minorías. En cambio la mujer o los homosexuales han sido normalmente relegados a un segundo plano. ¿Cómo se come esto?
Pues se sufre con mucho dolor. A mi, lo que tengo más cercano es el papel de la mujer, pero tengo amigas y amigos homosexuales que sufren mucho. Aunque debo decir que una cosa es el discurso oficial y otra es la praxis personal, que depende de los sacerdotes concretos de las parroquias, y en este ámbito de proximidad y diálogo, donde los homosexuales a menudo se sienten acogidos y acompañados. La situación de la mujer en la Iglesia es una asignatura pendiente, y aquí pasa un poco lo contrario: el discurso oficial reconoce una paridad que a la práctica no se da. Como mujer, creo que hay que hacer mucho camino aún, sobretodo por lo que se refiere a las responsabilidades eclesiales, el ámbito académico (Facultades de teología), la formación espiritual y obviamente el tema polémico del ministerio sacerdotal.
Si pensamos que las mujeres representan la inmensa mayoría de personas practicantes y muchas de ellas con algún compromiso concreto, es injusto que esto no tenga una visibilidad a nivel de responsabilidades.

¿Cuando crees que habrá una revisión definitiva de la ética sexual dentro de la Iglesia?
Creo que no se puede hablar de una revisión definitiva, porque la ética en general, y la sexual en particular, no son un conjunto de artículos precisos y definidos de una vez para siempre, porque a medida que la humanidad avanza se presentan nuevos problemas que demandan nuevas respuestas. Solo un ejemplo, hoy nadie defendería la moralidad de la esclavitud, y en el Nuevo Testamento no encontramos ni una sola palabra en contra de esta práctica, simplemente porque la ética -que refleja la sensibilidad moral de una sociedad, cultura, individuo, etc.- está también, en camino. Desde la humanidad que vivía en cavernas y era antropófaga hasta el día de hoy, que hemos avanzado pero que tenemos problemas quizás más complejos. De todos modos creo que desde el Vaticano II, las cosas han cambiado. Sobretodo gracias a grandes teólogos morales -por ejemplo B. Häring- que han superado una visión muy centrada en los actos, y han puesto el acento en la persona, su responsabilidad, consciencia, opciones, libertad…

¿Crees en el celibato? ¿Y en la castidad? Y, teniendo en cuenta casos de otras iglesias, en la introducción de la mujer o de las personas abiertamente homosexuales como sacerdotes de la Iglesia católica?
Sí, creo que el celibato es una opción con sentido. Pero también creo que el celibato no debe ser conditio sine qua non no es posible acceder y ejercer el ministerio ordenado. La iglesia latina tiene su tradición, pero esta tradición no tiene un carácter dogmático, no forma parte del credo, porque es una costumbre, una broma -con todo su sentido histórico- y que otras iglesias cristianas -como la anglicana y la ortodoxa, por no hablar de las reformadas- no tienen o bien practican de forma menos restrictiva. El celibato no es intrínseco a la vocación presbiterial, mientras sí que pertenece íntimamente a la vocación religiosa (monjes y monjas). De otro lado, cada vez es más frecuente oír voces importantes dentro de la iglesia católica que se pronuncian en favor del celibato opcional. En cuanto a la ordenación de las mujeres no veo ningún argumento teológico serio en contra, y personalmente conozco mujeres que sienten la vocación al ministerio ordenado y la viven con mucho dolor. En el caso de los abiertamente homosexuales, tampoco no veo ningún motivo serio para no ordenarlos, siempre y cuanto acepten la norma vigente del celibato, que en el momento de ser aceptada demanda fidelidad: una cosa es la orientación sexual, otra cosa es el ejercicio de la sexualidad.

¿Crees en la adopción por parte de parejas homosexuales?
Sobre la adopción por parte de parejas del mismo sexo no me siento capacitada para dar una respuesta decidida a favor o en contra. Lo único que puedo decir es que conozco amenos dos casos, uno de ellos muy cercano, en que la llegada de un hijo -buscado y ya sea tenido por adopción o por fecundación in vitro- no ha supuesto ningún problema para la pareja homosexual, si no un crecimiento del amor recíproco. Pero repito que no tengo una opción suficientemente formada para pronunciarme.

Algunos preguntan a los homosexuales cristianos: ¿Cómo puedes ir a misa y ser abanderado de tu homosexualidad?
Me remito a lo que dije antes, añadiendo algo: hay que llegar a poder vivir sin necesidad de ser abanderado de nada, así como los heterosexuales no lo necesitan. Ir a misa debe significar creer en Jesús de Nazaret, y vivir esta fe también en comunidad; y esto no tiene nada que ver con la orientación sexual de la persona. Por lo tanto, lo que está en juego es la capacidad de acogida que tiene la comunidad cristiana hacia con todo el mundo, también de las personas homosexuales.

La iglesia conservadora esgrime los valores de la familia para luchar contra temas como el reconocimiento de los derechos de las parejas homosexuales, o el aborto. ¿Qué piensas de ello?
Cuando se defiende un valor “en contra de” quiere decir que el único argumento es la polémica, y eso al final resulta frágil. A mi parecer, la familia tradicional tiene un sentido innegable; pero todos sabemos que en nuestra sociedad no hay un solo modelo de familia: esto supone reflexionar con serenidad para entender cuál es el criterio que responde más al Evangelio, viendo los cambios de la sociedad no como una desgracia sino como una oportunidad. En el Antiguo Testamento también aparece la poligamia en personas profundamente creyentes en Dios y reconocidas como ejemplo de fidelidad a Él (como en Gn 16,1-16). La evolución de la sociedad -como la nuestra que ya no acepta la poligamia- implica problemas nuevos, sobretodo a nivel moral, y eso pide una mayor capacidad de discernir donde está el núcleo del mensaje de Jesús, donde nos jugamos realmente nuestra fidelidad a Él.