Prólogo

En una noticia de febrero de 2010 leí que una pareja de jóvenes homosexuales de Madrid se habían comprado un piso. Ello no habría tenido nada de extraordinario, a parte de la crisis económica imperante, en que el único hecho de adquirir un piso ya era de por si un hecho fuera de lo común, sino fuera porque el anterior propietario había sido Karol Wojtyla. El Santo Padre lo había heredado de una devota, la señora Patrocinio, una de tantas que con su donación contribuye diariamente a engordar las riquezas de la Católica, Apostólica y Romana. 

Evidentemente, Juan Pablo II nunca puso los pisos en aquel modesto piso de la calle de la Paloma. El nuncio apostólico en Madrid se limitó a ponerle el sello vaticano a las nuevas escrituras. Unos años después, los locatarios del piso inferior se despertaron con unas goteras sobre la mesita de noche. Al buscar quien era el descuidado propietario del inmueble, se encontraron el nombre de Wojtyla en el Registro de la Propiedad. El nuncio les animó a quedarse el piso a aquellos vecinos del piso de abajo, y la transacción se realizó sin ningún trauma. El hecho que los nuevos propietarios fueran dos hombres que vivían en pecado permanente no fue un motivo de suficiente peso como para echar para atrás la compra-venta del departamento.

¿Indicaba ello una apertura en las doctrinas de la iglesia católica? ¿O solo era un descuido, una vista gorda al asunto? ¿O quizás es que había una iglesia menos radical que la que aparecía a menudo en los medios de comunicación, enarbolando una bandera y una fotografía de un embrión? ¿O quizás es que, cuando había dinero por medio, no había vicio que fuera suficientemente pecaminoso? Fuera lo que fuera, me imaginé a la pobre señora Patrocinio, látigo en mano y rosario en la otra, arrodillada ante un Cristo en el pasillo rancio de esa casa tapizada de papel pintado. E imaginé los nuevos propietarios, colocando fotografías de Audrey Hepburn y dibujos de Pierre et Gilles, allí donde antes había Pilaricas y San Pancracios. Y ese hombre polaco hecho santo por obra y gracia del Creador, mirándolo todo desde las alturas y haciendo como que no, con la cabeza.

Pensé en acudir a mi confesor particular para que me ilustrara, pero mis relaciones con la Parroquia de Sant Medir, la mía, se habían reducido a menudo a una relación cordial, participando de las actividades asociativas y vecinales que se concentraban: teatro, coro, festividades populares, alguna charla, la radio y colaboraciones varias a lo largo de los años. Todo y que Sant Medir había sido siempre una iglesia abierta, desde la fundación de Comisiones Obreras hasta la última misa antes del exilio del Padre Escarré, abad de Montserrat, pasando por los encierros de inmigrantes durante la reforma legislativa española de principios del sigilo XXI, etc, pensé en ir a buscar la opinión de aquellos que me quisieran ablar, sin rubor ni muchos rodeos, de tres grandes conceptos: Fe, Religión y Homosexualidad. 

Ir a buscar la opinión, fuera cual fuera, me serviría para entender, para conocer experiencias, para compartir reflexiones. Hablar de ello ya era una terapia suficiente. Y por eso configuré una primera lista de aquellos posibles entrevistados, gracias también al amigo Joan Sebastià, que conoce el tema por experiencia propia. No quise hacer un panegírico de la relación entre homosexualidad y fe. Tampoco podía yo hacer una crítica religiosa. La suma de visiones y reflexiones me permitiría entender mejor cual era la fórmula más adecuada para compaginar dos características personales que hasta entonces creía yo que eran incompatibles: ser homosexual, y tener fe. Y tampoco solo fe en Jesús, Yahvé, Mahoma, Al·là, Shiva. Brahma. Moisès, Vishnú, el Espíritu Santo, la Virgen y todos los Santos… sino el tener fe en cualquier entidad divina y sobrenatural capaz de ser invocada en la salud y la enfermedad. ¿Lo conseguiría? Solo me hacía falta una libreta, un bolígrafo, un correo electrónico o un teléfono, y a veces, un poquito de cara.

Albert Torras

Reverendo Robert Johnnene Ofd.

“La iglesia primitiva bendice las relaciones tan heterosexuales como entre el mismo sexo”

Reverendo Robert Johnnene Ofd.
Pastor franciscano 
Comunidad de Sant Sergio y San Baco
Boston, EEUU


El reverendo Robert Johnnene es pastor de los Franciscanos de la Divina Gracia, en la rama de la Antigua Iglesia Católica. En Boston, el Reverendo Bob Johnnene dirige la Mission of Saint Sergius and Baccus, una comunidad independiente, inclusiva y reformista. Johnnene es un hombre con una sonrisa de bonachón, altísimo, que impone pero solo de vista. Un hombre dialogan y sencillo, siempre vestido con los ropajes oscuros y de color café, de los franciscanos. 

¿Cómo puede aceptar su condición sexual, creer en Dios y ser un buen cristiano al mismo tiempo? 
Dios lo creó todo; todo lo que encontramos en la naturaleza ha sido creado por dios. Él también hizo a las personas, con su orientación sexual determinada, ya sea homosexual o heterosexual. Si eso es así, es que ya entra en los planes de Dios que haya homosexuales y heterosexuales. Y que Dios ya lo prevea, significa que no debe de haber ningún problema con ello. 

Imaginemos que un chico joven le confiesa que es homosexual y que se arrepiente. ¿Qué le diría?
En primer lugar que Dios perdona todos los pecados. Hasta su hijo, Cristo, murió para que los pecados de todos los hombres fueran perdonados. Sin embargo, el hecho de ser homosexual no es ningún pecado. El pecado es que, siendo homosexual o heterosexual, utilices mal el don y regalo de la sexualidad, que Dios da a los hombres y las mujeres. El acto sexual está justificado en un contexto de relación de amor entre dos personas, sean del sexo que sean, pero en ningún caso en un uso individual e indiscriminado de la sexualidad. 

¿Como es posible que haya tantas diferencias en la interpretación de la homosexualidad, dentro de la Iglesia? 
Debemos acostumbrarme a diferenciar los pasajes literarios donde nos habla de la homosexualidad o donde se condenan algunas prácticas sexuales. El pecado de la ciudad de Sodoma, por ejemplo, no fue la homosexualidad, aunque el Levítico la nombre. Por lo que se refiere a las Epístolas de Pablo, lo que condena en realidad son las prácticas de griegos y romanos que utilizaban los actos sexuales en la adoración de sus dioses. La iglesia primitiva bendice las relaciones tan heterosexuales como entre personas del mismo sexo. Puede haber uniones santas de personas del mismo sexo. Sin embargo, el Sagramento del Matrimonio solo es posible entre un hombre y una mujer, donde el acto sexual debe ser voluntad de Dios, y con la finalidad de engendrar. Por otro lado, la masturbación no es un pecado, y además se ha comprobado que es una forma muy saludable para evitar contraer algunas enfermedades. 

Algunos obispos esgrimen el concepto de la familia tradicional para rechazar la homosexualidad y las parejas homosexuales, así como los matrimonios de personas del mismo sexo. 
Si estamos bautizados, todos somos miembros de la familia de Cristo, todos somos hijos e hijas de Dios, y hermanos y hermanas de Cristo. Debemos tener en cuenta, sin embargo, las diferencias entre una unión bendecida, y un matrimonio, tal como te contaba antes. 

¿A usted le ha afectado su homosexualidad en su tarea pastoral? 
Sólo puedo decirte que siento que cada ser humano es hijo de Dios, y que Nuestro Señor crea personas con una orientación sexual diferente por razones que sólo él puede conocer. Por tanto debemos respetar su decisión de crear personas con una orientación homosexual y no discriminarles o alejarlos de la palabra de Dios. Necesitamos dejar que la reivindicación homosexual, a menudo menospreciada, ocupe el lugar que le corresponde dentro del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, y que participen de los Sacramentos y de la bendición de Dios.

Monseñor Jaume Pujol

“La especialidad de la Iglesia han sido siempre los pecadores” 

Monseñor Jaume Pujol
Arzobispo Metropolitano de Tarragona, Primado
Miembro del Opus Dei
Tarragona, Catalunya

Tuve la suerte de entrevistar de forma telemática a Monseñor Jaume Pujol, para unos artículos sobre juventud e iglesia. A lo largo de la conversación salió el asunto de la homosexualidad como elemento preocupante para la Iglesia Católica. La postura del Arzobispo, aunque sea adalid del Opus Dei -uno de los movimientos internos de la Iglesia Católica más conservadores- es reflexionada. Y aunque no comparto su opinión, si que entiendo sus reflexiones. Pujol es un hombre con convicciones estrictas, y preferí mantener un tono cordial, sin atacar lo que creo fundamental, para poder rentabilidad al máximo la entrevista. Este es un fragmento. 

A menudo el mensaje y discurso televisivo es poco realista por lo que se refiere a los valores cristianos católicos, ya que siempre aparece una Iglesia radical.¿Cree que es una imagen distorsionada? Ello no debe contribuir a que los jóvenes que se sienten atraídos por el mensaje de Dios, hagan el esfuerzo de acercarse más. 
Es cierto que hay ocasiones en que el mensaje de la Iglesia que llega a las audiencias de la televisión no tiene el atractivo que, a mi entender, tiene la Iglesia y su mensaje, cuando se conoce de primera mano. De la misma forma que es un buen costumbre no valorar las personas sin conocerlas de primera mano, y procurar escuchar sus razones antes de tomar una actitud concreta, pienso que lo justo sería ofrecer a la Iglesia un trato similar. Debo decir, sin embargo, que muchos periodistas ya tienen este hábito incorporado a su trabajo, y trasmiten una imagen muy aproximada de lo que somos y lo que queremos los cristianos. Pienso en un buen puñado de profesionales que he ido conociendo a lo largo de los años, especialmente aquí en Tarragona. Dicho esto, el gran reto, por nuestra parte, es mostrar mejor toda la belleza y bondad de los valores cristianos, que precisamente son valores humanos, y beneficiosos para todas las personas, más allá de sus creencias. Esto se ha podido ver con algunas personalidades, que han recibido la estima y el reconocimiento de personas de procedencia diversa. Pienso, por ejemplo, en la Madre Teresa de Calcuta y en el Santo Padre Juan Pablo II, la persona que ha convocado más jóvenes en toda la historia. Han sido ejemplos de una transmisión atractiva del mensaje cristiano. 

¿Qué puede hacer la Iglesia para acercar su mensaje a los jóvenes? Hasta donde se puede modernizar este mensaje? 
La función de la Iglesia es facilitar que las personas conozcan mejor a Jesucristo. Claro que debe difundir un mensaje, pero básicamente el cristianismo no es aprender una doctrina, sino seguir una persona, Jesús. Y esta persona es la misma ayer, hoy y siempre: las exigencias del Evangelio que él predicó han sido siempre las mismas. En este sentido, creo que haríamos un flaco favor a los jóvenes si descafeinásemos la figura del Cristo para hacerla más digerible. En realidad, mi experiencia es que cuando se presenta el Cristo en toda su plenitud, pero también en toda su exigencia, es cuando resulta realmente atractivo. Tiene aquella fuerza que lleva a tantos jóvenes de alrededor del mundo a hacer esfuerzos y a renunciar a una vida cómoda para darse a los otros, al servicio generoso, por amor de Dios. Los jóvenes, que son personas de ideales, de horizontes grandes, se dan cuenta de ello: todo es cuestión de acercársele sin prejuicios. 

Por lo que se refiere al papel de la mujer, muchas chicas jóvenes creen que la mujer, dentro de la Iglesia Católica, está infravalorada. 
La mujer, en la Iglesia, tiene la misma dignidad que el hombre, y a ojos de Dios, está llamada a la misma santidad. No hay una vida cristiana de segunda para las mujeres: la vida cristiana - es decir, el seguimiento de Cristo - es el mismo para hombres y para mujeres. En otras palabras, seria un clericalismo mal entendido pensar que la importancia de las personas en la Iglesia se mide por su posición en la Jerarquía. A diferencia de estructuras jerárquicas humanas similares, la proximidad con Dios en el si de la Iglesia no se obtiene por vía de los cargos, que son más a menudo cargas y servicios al resto, sino por la vía de la plegaria, de la frecuencia en la recepción de los Sacramentos y de servicio abnegado al resto de personas, especialmente a los más necesitados. 

Por lo que se refiere a la homosexualidad, se dice que se los acepta siempre que sean castos. Las leyes de nuestro país (entrevista realizada en Barcelona) permiten, sin embargo, las parejas de hecho y los matrimonios civiles. 
A ojos de Dios, y a ojos de la Iglesia, todos estamos llamados a la misma dignidad: a ser hijos de Dios. Esto, entre otras cosas, se traduce en la propuesta a vivir las virtudes que vivió Cristo, respetando la ley de Dios, y procurando vivir las Bendiciones. Esta ley de Dios no es caprichosa, es decir, no prohibe cosas porque si: lo que hace es advertir sobre aquellas cosas que objetivamente hacen daño - no benefician - la vida humana. Entre estas cosas que no nos convienen, porque nos hacen más egoístas, o más soberbios, o el defecto que sea en cada caso, figuran los actos impuros. Pero la fe cristiana no se queda en un simple no, sino en un gran Sí: se dice no a la impureza para decir si al amor generoso y abierto a la vida dentro del matrimonio, a la entrega sacrificada y alegre hacia las personas que nos rodean. Esta es una propuesta de máximos, y tiene como finalidad ofrecer un ideal de vida feliz, tanto en la tierra como en el Cielo. Obviamente, esto va mucho más allá de lo que puedan permitir o no las leyes de los países concretos, que a menudo vienen motivadas por otras finalidades. 

¿Qué le diría a un joven que se dirige a Ud. en confesión y le dice: “Padre, creo en Dios, pero soy homosexual”? 
Le diría que está muy bien que crea en Dios, y que le pida su ayuda. Al mismo tiempo le explicaría que una cosa es la tendencia, y la otra muy diferente son los actos que se comenten. Y que lo que está mal es cometer actos impuros, tanto homosexuales como heterosexuales; es decir, lo que no está bien es hacer uso de la sexualidad fuera del matrimonio. El Señor nos juzgará por nuestros actos. Le animaría a vivir una vida cristiana plena, mantenerse casto, como también deben mantenerse castos el resto de hombres solteros, y a acercarse a Dios y a no pecar. Y si me dijera que ha cometido actos impuros, que es un pecador, le diría que la especialidad de la Iglesia han sido siempre los pecadores, y si está arrepentido y hace promesa de no volver a hacerlo, le daría la absolución. 

Muchos programas de televisión influencian de forma negativa en los jóvenes desde pequeños: violencia, comportamientos negativos, mala educación… ¿Qué recomienda a los padres? 
Los padres deben hacer de padres: el padre de padre, y la madre de madre. Ninguno de los dos es prescindible. A veces, el trajín diario hace que algunos padres confíen toda la educación de los hijos a la escuela y a la televisión, y es una lástima. Les diría que dediquen tiempo a sus hijos, hasta que se conviertan en amigos suyos. Después, que vean la televisión juntos, y que comenten lo que ven. Lo mismo con Internet, que tiene ya tanta o más importancia. 

Otras Iglesias cristianas han optado por ir incorporando a su mensaje temas más modernos, como el sacerdocio femenino o la homosexualidad. ¿Qué piensa de ello? 
Una de estas iglesias, ha sido la Anglicana, y ha provocado una crisis sin precedentes en su sino. Después de 2000 años de historia, se ha demostrado que el mensaje de la fe siempre ha ido contracorriente, pero que en todo momento ha triunfado allí donde se han mantenido las mismas verdades que propuso la primitiva comunidad cristiana, y la predicación de los Apóstoles, como Pablo, que evangelizó Tarragona. Quizás la presentación se ha modernizado y el vocabulario se ha actualizado, pero el contenido ha sido siempre el mismo. Y así nos ha ido bien, y así Dios quiere que sigamos.

Abdullah Abenyusuf

“En la entrada de una mezquita nunca preguntan a nadie si es homosexual”. 


Abdullah Abenyusuf
Escritor y blogger musulmán
Galícia


Aunque mis convicciones – y mi entorno sociocultural – es el Catolicismo, no podía dejar pasar la oportunidad para hablar con otras iglesias de raíz cristiana, y también con otras religiones. Del mismo modo debo decir que, mientras que en el seno de la Iglesia Católica ha sido mucho más fácil encontrar voces contrarias a la inclusión de la homosexualidad en la Iglesia, ha sido mucho más divicil encontrar estas voces en el Islam. Ninguno de los líderes religiosos que centran sus discursos incendiarios en la decapitación de homosexuales ha querido concederme una entrevista. Y esto es un problema a la hora de contrastar opiniones. Es cierto que la intolerancia se asocia a menudo a una voluntad de cerrarse y no permitir el diálogo ni la conversación, ni tan solo el intercambio de opiniones. Abdullah Abenyusuf es una de estas personas que me ayudó a entender cómo desde el Islam se pueden aportar soluciones viables a la plena integración del hecho homosexual en una comunidad religiosa tan diversa como es la musulmana. 

Muchas personas piensan que el Islam es radical, aunque poco a poco van rompiéndose les prejuicios. ¿Hay otro Islam tolerante, abierto y sensible en temas como el aborto, la homosexualidad, el feminismo, el divorcio, etc.?
Si debemos entender que se trata de la percepción común del islam en nuestras sociedades occidentales, yo contextualizaría esa generalización y diría que es un efecto post-11-S. Pero esa mala percepción no es inevitable, puede revertirse con un mejor conocimiento mutuo entre sociedades occidentales y musulmanas. En cuanto a los prejuicios, no sé si aumentan o se disipan, creo que depende mucho de las situaciones políticas concretas en cada país, porque en ciertos países como Italia, Francia y Suiza, sin hablar ya de los EE.UU., la islamofobia ha alcanzado los niveles del antisemitismo “clásico” (el antisemitismo común en la Europa industrializada antes del nazismo), mientras que en otros países, el islam crece y es cada vez mejor percibido por la sociedad, como sucede por ejemplo en muchos países de América Latina. 
En cuanto a saber si existe un islam “tolerante, abierto y sensible”, una vez más, creo que la respuesta debe ser formulada en función de los distintos países y el grado de libertades públicas que rigen el día a día de toda la ciudadanía. Con eso quiero decir que en los países con un grado apreciable de libertades y derechos reconocidos, como Alemania, España o Gran Bretaña, existe, dentro de la población musulmana, de origen inmigrante o no, una diversidad muy amplia de posicionamientos en cuestiones sociales, políticas, culturales, educativas, sanitarias, etc. Si intentamos esbozar una radiografía, podemos encontrarnos con grupos de población musulmana que no tienen una identidad islámica que puedan diferenciarlos del resto de la población de tradición post-cristiana atea, es decir, que viven su identidad musulmana (o post-musulmana) como una anécdota de su apellido y nombre de pila. Para esas personas, el islam puede perfectamente ser “tolerante, abierto y sensible” o no, pero quizás sienten desde la indiferencia hasta incluso malestar ante la idea de tener que emitir una opinión sobre un islam que consideran no formar parte de sus vidas en absoluto. 
Dentro de la población musulmana que sí se percibe a sí misma como tal, además de una gran mayoría de musulmanes liberales más o menos practicantes que se reparten entre posiciones políticas y culturales que van desde el laicismo socialdemócrata hasta el conservadurismo moderado y el tradicionalismo islámico apolítico y/o fundamentalista, existe un islam minoritario y al mismo tiempo muy interesante, que está en plena conexión con los movimientos emancipadores feministas, de extensión de derechos sociales y de lucha contra los efectos más nefastos del capitalismo, el espectro que se suele denominar “altermundista”, y que abarca desde los anticapitalistas hasta los ecologistas, pasando por los muchos activistas a favor de los derechos humanos y contra los discursos neocolonialistas, para quienes la lucha del pueblo palestino suele ser un referente fundamental. 

¿Y en el caso de la homosexualidad? 
La lucha por el reconocimiento de la homosexualidad y contra la homofobia es un indicador fundamental del grado de compromiso real contra todas las discriminaciones manifestado en estos posicionamientos individuales y colectivos de personas musulmanas. Me centraré en un ejemplo muy significativo. Tariq Ramadan, que podría haber alcanzado un papel legítimo de referente intelectual del islam europeo, ha perdido en ese sentido toda credibilidad ante muchos de los que nos interesamos por la articulación del islam progresista en Europa, dadas sus posturas demasiado cobardes con respecto a la homofobia. Los musulmanes no podemos asumir que se aspire a zanjar, como fue el caso de Tariq Ramadan, de forma acrítica (sin tan siquiera una exégesis independiente del texto coránico) la revisión de la homofobia imperante en el corpus legal de los países islámicos, limitándose a pedir “respeto a las personas”, pero rechazando la homosexualidad como “no-islámica”.

¿Porqué dicen eso? 
Lamentablemente, el argumento principal, que tampoco reconocerán, es meramente político: no es islámica porque Tariq Ramadan y muchos como él no creen que contarán con una mayoría social entre los musulmanes de Europa que opinen bien de la homosexualidad. Esta es una cuestión fundamental, porque la homofobia no tiene cabida en ninguna corriente realmente emancipadora. Personalmente, no me cabe la menor duda de que el islam puede ser absolutamente emancipador y ser un instrumento útil en la lucha por la igualdad y la justicia. 

¿Qué sucede en los países con mayoría musulmana? 
En cuanto a la homosexualidad, suele estar penada en la práctica totalidad de los países con mayoría de población musulmana. En el Líbano, un periódico muy prestigioso de izquierdas hace gala de una lucha incansable contra la homofobia, pero en otros países donde la libertad de prensa no existe prácticamente y los periodistas e intelectuales están permanentemente bajo régimen de libertad vigilada, los testimonios de homosexuales en la prensa son todavía un tema tabú que puede acarrear el cierra de la publicación, cuando no se da la autocensura previa. En Marruecos, el debate lleva bloqueado más de una década, por culpa directamente del monarca Mohammed VI, que es quien decide qué es islámico y qué no. En la blogosfera árabe, que es de la que puedo hablar con un mínimo conocimiento, los blogs escritos abiertamente por homosexuales y que tratan temáticas propias de la homosexualidad aparecen y desaparecen, tanto por motivos personales como por la presión de la policía y otros aparatos represivos de los Estados. Irán es también uno de los países que castigan de forma más cruel, con el asesinato, la homosexualidad, hecho que condiciona también la lucha de las feministas, que a veces, por miedo o por pragmatismo, prefieren no entrar en la cuestión de la homosexualidad. Es comprensible, pero no se puede aceptar como una fatalidad, y en ese sentido nuestro apoyo debe también ser una exigencia ponderada de que incluyan ese capítulo en sus reivindicaciones planteadas en los ámbitos de la justicia, la política y la educación. Al mismo tiempo, la situación política iraní es de una inestabilidad enorme desde las últimas elecciones presidenciales de 2009, por lo que no es fácil saber qué evolución van a seguir los acontecimientos en ese terreno específico. 

¿Qué vías tiene un musulmán para practicar su fe sin renunciar a su homosexualidad? 
Yo creo que nunca debería “renunciar a su homosexualidad”, pues un musulmán homosexual tiene derecho a ser como es. Pero es que, además, no veo qué puede hacer que no sea una represión brutal de su deseo natural, represión que no puede sino tener unas consecuencias psicológicas terribles. Pero no estoy en la piel de un musulmán en un país donde se castiga la homosexualidad, de forma tal que me abstendré de dar muchos consejos prácticos. Solo daré uno: una persona sincera no miente, pero tampoco necesita exponerse inútilmente en una lucha perdida de antemano contra un sistema kafkiano. Puede sonar un poco al triste “Don’t ask, don’t tell” del ejército de los EE.UU, pero no veo qué alternativa real existe en los países donde, según sus sistemas legales criminales, la homosexualidad puede llevar a las personas a la cárcel, la tortura o la muerte. 

¿Y en los países occidentales? 
Aquí un musulmán puede perfectamente vivir una relación en pareja o casarse, llevar una vida todo lo normal que pueda esperarse para cualquier ciudadano y ser un musulmán ejemplar, si es capaz de no dejarse condicionar por la homofobia que pueda existir en su entorno, y cuenta con la justicia, que a veces parece ser deficiente, para denunciar cualquier discriminación que pueda estar padeciendo. En una mezquita nunca preguntan a nadie si es homosexual en la entrada, pero es cierto que en un barrio o un edificio puede haber una presión más o menos velada difícil de soportar, sobre todo si se suman otros factores agravantes, como la discriminación en el mercado de trabajo por un origen magrebí o africano, por poner unos ejemplos plausibles. 

De homosexuales musulmanes se va hablando cada día un poco más. ¿Qué pasa con las lesbianas? 
Evidentemente, el primer comentario es que sufren una doble discriminación, por mujeres y por homosexuales, y en Occidente, además pueden ser discriminadas por ser musulmanas. Desde hace aproximadamente un par de décadas, existen asociaciones de lesbianas musulmanas que están llevando adelante una intensa labor de coordinación, información y apoyo, sobre todo en Gran Bretaña, que es donde tengo constancia del mayor dinamismo de sus organizaciones, aunque también existen en EE.UU y Canadá. Desgraciadamente, las entidades locales, regionales o del gobierno prefieren actuar con organizaciones islámicas tradicionalistas, y en ciertos casos fundamentalistas, antes que contar con ellas, de forma tal que actúan con pocos medios, pero con una enorme independencia que también tiene aspectos positivos. Desconozco totalmente el estado de la cuestión en el mundo árabe y en otros países de mayoría musulmana. Cabe señalar que, dada la división social entre géneros que se da en muchos contextos islámicos regidos por el patriarcado tradicional, se produce la paradoja de que el machismo margina a las mujeres, pero desconoce absolutamente sus deseos, sus sexualidades y sus vivencias reales. No quiero caer en el tópico, pero tal vez hay algo de cierto en el mito, ciertamente orientalista, que convierte a los espacios domésticos y femeninos en jardines secretos del erotismo entre mujeres. No puedo adentrarme más, y es probable que los hombres heterosexuales y homosexuales no sepamos nunca gran cosa al respecto. Pero se trata de alcanzar la igualdad de derechos también para las lesbianas, y cuando eso ocurra, también los espacios públicos serán apropiados por todas y todos. 

En el cristianismo normalmente se usa la interpretación de ciertos pasajes de las escrituras para condenar la homosexualidad. En el Islam, ¿qué dice el Corán al respecto? 
Estoy tentado por responder de muchas formas a esta pregunta. Por un lado, me apetecería responder simplemente que, en el fondo, da igual “lo que diga el Corán”, porque los homófobos invocarán el Corán en cualquier caso. También puede resultar irrelevante “lo que diga el Corán” desde una perspectiva más seria, que se basa en la convicción de que el islam es una filosofía integral, en la que lo importante son las líneas maestras, que son esenciales y atemporales, como puede serlo el Tao, y donde por lo tanto no caben razones que nos desvíen lo más mínimo del camino de la justicia y la paz total. Pero hay una tercera razón para no buscar “lo que diga el Corán”, y es que sencillamente, el Corán no menciona nunca la homosexualidad como tal (concepto clínico occidental e histórico, tal y como ha señalado Foucault), sino que siempre se alude al contexto de la ciudad de Lot, donde se confunde con el acoso sexual y el intento de violación de los huéspedes de Lot; la relación sexual sin coacciones de una pareja de adultos del mismo sexo no se contempla como una posibilidad explícita, lo cual no significa que se excluya del concepto de pareja (zawŷ) a la pareja homosexual. 

O sea, que el Corán no dice nada sobre ello. 
No quiero que parezca que evito la pregunta, me situaré desde una postura cartesiana o ingenua. Cojo una traducción del Corán, editada con rigor, que se podrá calificar de muchas maneras, pero que para el experimento será válida: la traducción de Julio Cortés. Gracias al índice, busco “Lot”, que me remite primero a la azora, 7, aleyas 80-84. Es un fragmento interpretado por el traductor como alusivo al pecado de sodomía, que es castigado por Allah (C 7:84). Pero la interpretación del pasaje es sorprendente. Dice Lot a su pueblo: “[…] « ¿Cometéis una deshonestidad que ninguna criatura ha cometido antes? Ciertamente, por concupiscencia, os llegáis a los hombres en lugar de llegaros a las mujeres. ¡Sí, sois un pueblo inmoderado!»” (C 7:81-82). 
Cuando leemos que se habla de una “deshonestidad que ninguna criatura ha cometido antes” (y no se trata de una mala traducción del árabe), ¿quién puede negar que estemos ante una aleya enfática, exagerada, en definitiva, una aleya símil? El Corán se divide en aleyas unívocas (muhkamat) y aleyas símiles, equívocas o metafóricas (mutashabihat, de la raíz sha-ba-ha, hacer ambiguo). La interpretación de las aleyas metafóricas pertenece en exclusiva a Allah, -subhanahu wa taala -, y no hay mayor osadía en la comprensión del Corán que interpretar como unívoca una aleya metafórica, como recuerda el propio Corán (C 3:7). Como dice Wittgenstein en su tan famosa cita, “De lo que no se puede hablar, hay que callar” (Tractatus logico-philosophicus, 1921). Cualquier deducción del texto coránico con la aspiración de legislar sobre la homosexualidad a partir de esas aleyas símiles es una osadía grave, y más aún cuando sirve para justificar un discurso homófobo, que desde un punto de vista ético sólo puede ser injusto. Creo además que aunque me lo proponga, no encontraré nunca una aleya unívoca sobre la homosexualidad. 

¿Y la sharia? 
La sharia es un poco más complicado, porque para algunos, musulmanes y no musulmanes, es el “todo vale”, aunque se presente como “derecho islámico”. Que en muchos países se asesine en nombre de la sharia es ya la prueba de que no compartimos en absoluto el mismo concepto de “sharia”. Resumiré mucho la cuestión aclarando que sí, efectivamente, se invocan hadices homófobos, y hasta narraciones de castigos del Profeta a homosexuales, que, dicho sea de paso, no aguantarían la exégesis filológica más básica. 

En muchos países, la ley y los códigos de honor que se derivan de estos textos son cumplidos a rajatabla, como Arabia Saudí. En otros hay más interpretaciones. ¿Crees que todos los países tendrían que reinterpretar lo que dicen los textos sagrados con la declaración de los derechos del hombre al lado? 
No creo que se trate de tener la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 abierta de par en par para leer el Corán, ya que la discriminación por razones de orientación sexual es un problema político. El gobierno del Estado de Arabia Saudí es demencial, y en ese país no existe una ley basada en los principios básicos de la ética. La dinastía es un monopolio del terror ejercido sobre la población, y especialmente sobre los extranjeros, que viven situaciones de explotación peores que los excesos descritos por Engels en el siglo XIX padecidos por la clase obrera en Inglaterra. No hace falta ser muy agudos para ver que se trata de un infierno muy rico en petróleo cuyo régimen debe ser derrocado, y eso exige una solución también de carácter político, pero por ahora las democracias de Occidente apoyan ese régimen. 

Existe mucha poesía árabe, de época medieval sobre todo, que tiene mucho de homoerotismo ¿Era antes el Islam más tolerante que ahora? 
Me atrevo a pensar que la poesía lírica árabe clásica es una poesía homoerótica, que a veces puede ser heterosexual, dedicada a jóvenes esclavas y en menos ocasiones a mujeres libres u esposas, pero que por lo general se dedica a jóvenes mancebos u a otros hombres: príncipes, cadíes, juristas, etc. En al-Andalus, uno de los mejores poetas es Ibn Quzmán, que tiene escritos muchos poemas homoeróticos, algunos de los cuales pueden parecernos hasta soeces. 
Ahora bien, toda esta tradición homoerótica no es ninguna señal de una tolerancia perdida, un concepto anacrónico para la Edad Media, sino del grado de falacia con el que se impuso en la ley islámica la homofobia por influencia de la moral victoriana británica. Por supuesto, ya existía antes del siglo XIX un corpus homófobo en la sharia, pero en ningún caso se expresaba con la rotundidad y la brutalidad con la que se comenzó a imponer a partir del colonialismo británico y más generalmente europeo.

¿Tiene otros ejemplos? 
Por ejemplo la acusación de sodomía contra el califa al-Amin, a principios del siglo IX, que estaba enfrentado en una guerra civil contra su hermano al-Ma’mun, quien ganará finalmente esa guerra. Siguiendo al historiador al-Tabari, la acusación empieza a circular por Bagdad cuando la ciudad ya está acorralada por las tropas de al-Ma’mun, y los soldados buscan razones para desertar y pasarse al bando que va a ganar. Se aprecia por tanto que la acusación es un pretexto para abandonarlo que responde a una motivación política, y que la homosexualidad de al-Amin, en un primer momento, no había sido una razón para apartarlo de sus derechos al trono. 

¿Crees que Allah quiere a los homosexuales? 
No me cabe la menor duda de que cuando Allah nos juzge el día de la verdad, recompensará a los homosexuales que hayan sido justos con el paraíso, en donde beberán bebidas deliciosas de la mano honradísima del Profeta. Es más, aquellos homosexuales perseguidos por su amor son mártires, y como tales irán directamente al paraíso: “El creyente, varón o hembra, que obre bien, entrará en el Jardín y no será tratado injustamente en lo más mínimo” (C 4:124). Como última reflexión, una de mis anécdotas preferidas sobre el mundo árabe fue la sorpresa que me produjo, nada más pisar las calles céntricas de Túnez, en verano, ver a las parejas de amigos paseando abrazados por el hombro, llevándose de la mano, y colmo de la ternura, agarrados por el dedo meñique. Esa es una imagen que no vemos ni en Chueca, y sin embargo, ¡qué daría yo por verla más a menudo en nuestras ciudades!

Àngel Llorent

“Mi sexualidad fue un regalo añadido a un conjunto de aspectos que me han conformado tal y como soy “ 


Àngel Llorent
Presidente de ACGIL
Associació Cristiana de Gais i Lesbianes
Barcelona



Ángel es un hombre bueno. Hace justicia a su nombre, a su rostro de entrega e ilusión. Es un hombre que da la mano, y se lo cree. No la da por compromiso. Nos citamos en Plaça Catalunya, el centro de nuestro pequeño mundo barcelonés de un invierno benigno, y tomamos un café con leche en un hotel. Me gustan los hoteles, porque los hombres pueden discutir en confianza, porque no hay prisas, y porque pueden hablar en voz alta de homosexualidad y religión sin camareras metomentodos. Me interesa mucho hablar con él, porque lleva al terreno del activismo las reflexiones que yo me hago. Quiero conocer su historia, su trabajo. 

¿Eres Metodista por tradición o por convicción? 
Soy cristiano por encima de todo apellido, por convicción. Ahora bien, creo que en la época de mi vida en la que estoy, la iglesia Metodista es la que mejor se acerca a mi talante. Originalmente, con diecisiete años, estuve en una iglesia Bautista Conservadora, donde pasé muchos años. Pero a la hora de la verdad, nunca supieron darme respuestas ni la integración que yo necesitaba. 

¿Hay tradición de iglesias protestantes en Barcelona? 
De tradición protestante ya encontramos movimientos incluso antes de la llamada Reforma, del 1517. Los “valdesos”, pero se encargaron de callar cualquier voz discordante. En la Plaza del Rey de Barcelona quemaron ocho protestantes en 1562. En Catalunya también, el irlandés James Graydon, teniente del ejército británico, fue uno de los precursores de la impresión de “Lo nou testamento” como miembro de la Bible Society. Por lo que se refiere a los metodistas, gracias al Pastor Rev. William Brown, hacia 1871, se abrió la primera iglesia de la ciudad. Aunque su emplazamiento ha ido cambiando, hoy nos encontramos en el templo de la calle Tallers de Barcelona. 

¿Qué descubriste antes, tu homosexualidad o tu fe? 
Que yo era homosexual ya lo sabía desde que era bien pequeño, a los 12 o 13 años. Fue un hecho que yo no escogí. En cambio, hacia los 17 años como ya comentaba, fue cuando empecé a sentir la llamada de Dios, la fe, cuando descubrí el mensaje puro del Evangelio, y empecé a interesarme por ello. Eso sí que lo escogí. 

¿Porqué escogiste los bautistas? 
Por un contacto familiar que nos animó a que fuéramos a la iglesia. Yo había sufrido depresiones y algún intento de suicidio, porque no me sentía con suficiente libertad para decir públicamente que era gay. Empecé a leer respecto a la historia de las confesiones, y la que más me interesó fue la Reforma que Lutero, sin quererlo, empezó… Yo tenía la necesidad de cierto activismo social en general, trabajar en la comunidad, etc. Y los Bautistas me lo ofrecieron y fueronlos que me dieron raíces de creyente. Fui ampliando mis conocimientos e incluso fui a las misiones, al seminario, etc… eso era lo que me gustaba. 

¿Ellos sabían que eras homosexual? 
No, por supuesto. Ni la familia ni la iglesia. Finalmente, sin embargo, por diferentes motivos, lo acabaron sabiendo. Y aquí empezó el camino hacia la libertado. Estuve muchos años en las mal llamadas “terapias reparadoras”, puesto en manos de “profesionales” que me querían curar. Para ellos he sido un fracaso. Empezamos a trabajar aspectos sociales y formativos. Lo curioso es que no me culparon a mi, sino a mis padres, ya que según ellos yo era víctima de un entorno familiar poco favorable, cosa que era totalmente falsa. Me advirtieron que yo sufría una disfunción emocional. Las terapias reconductoras consistían en prácticas tan simples como pensar en chicas o jugar al fútbol, y hacer actividades masculinas, y negar el hecho homosexual cada vez que me viniera un pensamiento, además del apoyo farmacológico, para tratar la depresión que me provocaba ir “contra natura”. 

¿Y duró mucho todo esto? 
De los 17 a los 27 años aproximadamente. Suficiente como para conocer bien en que consisten estas prácticas reparadoras. Mis fuerzas vitales las usaba para luchar, nadar contra corriente, escapar de un mundo perverso y destructor. Cuando cumplí treinta años, después de diez temporadas de terapias, unos chicos de la iglesia me acusaron de homosexual y de haberlos intentado seducir. Hubo un proceso interno y los que yo hasta entonces consideraba amigos me dieron la espalda. Tuve que dejar todos los ministerios que hasta entonces tenía a mi cargo. De la noche a la mañana pasé de ser una buena persona a ser un perverso que debía quedarse callado en la iglesia, y dijeron que me olvidara de hacer nada ni participar. Acabé marchando, y para ellos fue un lastre que se quitaron de encima. 

Fuiste entonces a buscar una comunidad más abierta. 
Bueno, no fue automático. Estuve unos años sin ir a ninguna parte, aunque mi fe perduraba. Un día llegué a una iglesia presbiteriana, la primera iglesia protestante fundada en Catalunya, una de las familias a las que también pertenece la iglesia metodista. Asistí un par de años. Pero el pastor tampoco veía bien que yo fuera gay. Y aunque nunca tuve la oposición de la iglesia, también acabé por irme. Buscando, encontré la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas, de la que hoy (2011) soy presidente, y les pregunté por si había algún protestante. Me presentaron el que hoy es un gran y querido amigo, miembro de la congregación en la que estoy participando como diácono. Aunque yo la conocía como una “iglesia de pecadores” -nombre curioso que le dan los fundamentalistas- me encontré con la Iglesia Evangélica de Catalunya. Una iglesia inclusiva, que me permitió abrir una nueva etapa en mi camino espiritual. Los y las metodistas, reformados y presbiterianos, comparten a grandes rasgos esta vocación inclusiva, y no tienen diferencias sustanciales. Cuando llegué lo primero que dije al pastor fue que yo era homosexual, que necesitaba una comunidad cristiana t que no podía perder más tiempo. Me abrió sus brazos sin ninguna etiqueta. Ello me ha permitido desarrollar y poder enriquecer mi espiritualidad. Tengo estudios teológicos, como pastor de la salud y asesoramiento personal, y he podido colaborar y hacer activismo en grupos y asociaciones, cristianas y homosexuales, hasta el día de hoy. He podido cumplir mi deseo de colaborar para dar a conocer la realidad de los cristianos homosexuales. 

¿Sientes que Jesús te quiere? 
 Jesús me ama, sea yo como sea. La Iglesia siempre ha hecho un mensaje a su medida. Y por ello fui a buscar una iglesia que me ofreciera este mensaje, que yo creía que era acorde a mi personalidad. No encuentro lógico que un Dios que habla de amor, de justicia, etc. me hiciera pasar este trauma. Dios no me creó para ser un inútil. Creí que el mensaje emitido por aquella comunidad fundamentalista y conservadora estaba equivocado en el lema. La fe, verdadera, la que leo en la Biblia, me ha ayudado a seguir adelante. Además, ni el Nuevo Testamento ni la Tanah condenan la homosexualidad, tal y como yo entiendo la hermenéutica de los textos. Mi sexualidad fue un regalo añadido a un conjunto de aspectos que me han conformado tal y como soy. Igual que la estatura, el color de los ojos, etc. no tiene más importancia de la que queramos darle. 

¿Qué dirías a las personas homosexuales o lesbianas que tienen fe y que no quieren renunciar a ella?
Que sean valientes. Que hay comunidades de base y iglesias abiertas. Que son perfectamente compatibles. Y que no paren de buscar- Lo perfecto no existe, pero sí existen aquellos que te permitirán ser quien eres. 

Entonces ¿recomiendas que se cambien de Iglesia si no están bien? 
No como primera opción. Si ya agotaron todas las formas de inclusión y no funciona, sí que sería necesario un cambio. Si pueden, claro. No planteamos nunca salir de nuestras iglesias para irnos a otra. Mi caso fue un poco especial, pero hay personas que tienen lazos muy fuertes con sus propias comunidades, y no es fácil deshacerlos. En la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas hay cristianos y cristianas que son católicos, otros protestantes… hemos encontrado de todo en estos veinte años de recorrido. Es importante luchar desde dentro, también en paz y respeto, pero con firmeza y decisión, para poder incrementar los derechos de los homosexuales dentro de cada comunidad, y hacerlos, en definitiva, ciudadanos de primer orden, como todos.

Jordi Valls

“Hoy en día, la jerarquía romana lo único que hace es repartir recetas” 


Jordi Valls 
Ex-Director del Programa LGTB 
Ayuntamiento de Barcelona 


Jordi Valls nos ofrece un triple papel de esta historia. Su experiencia hoy, como activista desde la administración, donde ha ostentado un cargo público y comprometido los últimos años. La segunda, como ex-monje del Monasterio de Montserrat, y la tercera, como miembro hoy de una nueva comunidad religiosa. El debate es cordial, las anécdotas interesantísimas. Ha cambiado progresivamente la forma de vivir su homosexualidad, porque es un hombre con dudas, aunque no duda en lo que quiere. Y eso es fundamental para el goce pleno de la vida y de la propia sexualidad. Por lo que me comenta, creo que hoy es feliz, y se siente muy realizado. 

Usted fue monje de Montserrat. Explíquenos su experiencia. 
Fue de los 19 a los 23 años. Yo no venía de una familia de tradición católica. Fui por vocación. Con ayuda psicológica entendí que mi estancia en Montserrat fue un intento frustrado de controlar mi homosexualidad. En Montserrat no había cuerpos, sólo hábitos. Y ello me permitía alejarme de la sexualidad. 

Entonces ya se sabía homosexual desde antes. 
Sí, desde los 15 o 16 años. Fue cuando lo descubrí, y lo compartí con mis amigos. No me costó nada. Mi entorno era bastante liberal. La fe fue creciendo con los años, y hubo un momento en que quise vivir al límite lo que yo creía, como siempre he hecho. Y por ello fui a Montserrat. Quería ser, por encima de todo, cristiano. Y para serlo bien, debía ir al Monasterio. 

¿Sabiéndose homosexual? 
No me he sentido nunca acusado por ser homosexual por mi propia conciencia. 

¿Y qué le dijeron los monjes? 
En realidad, primero lo escondí, porque creía que si se lo comentaba, ellos no me dejarían entrar al monasterio. Aunque no fuera así. Cuando estuve ahí, y después de conversaciones con otros monjes, lo acabaron sabiendo. Y el Padre Abad me dijo que no había problema. Simplemente uno, que fuera casto. 

¿Cómo se vive la castidad? 
El Padre Calixte siempre decía antes de ir a pasear por Montserrat, los jueves en la tarde, que lloviera o no, nunca llovía a gusto de todos. Con ello quiero decir que no hay ninguna situación del hombre que sea perfecta. Y el ser casto había sido una imposición que yo acepté. Pero que no cumplí. 

Se fue de Montserrat a los 23 años. 
Para esclarecer mis dudas. El Padre Abad me dijo: “Sal, respira, y si quieres, vuelve”. Fue entonces cuando empezó mi militancia en grupos de liberación Gai, como el FAGC (Frente de Liberación Gay de Catalunya). Eran muy radicales, y muchos de sus miembros no veían con buenos ojos ser del FAGC y creer en Dios, así que dejé aparcada la fe. Era, más o menos, en 1981. Después, a Montserrat, he regresado a menudo. 

¿Se apartó mucho tiempo de la fe? 
Hasta el año 2000 no volví a practicar. No es que perdiera la fe, pero una fe que no se vive, que es inexistente, no es fe. Volví a raíz de mi experiencia política. 

Cuéntemelo.
Fui nombrado teniente de alcalde de Vilanova i la Geltrú, de urbanismo y medio ambiente. Una experiencia muy gratificante, pero muy dura. Realmente, lo pasé muy mal, había muchos problemas. y sufrí varias crisis. Uno de esos días encontré que Cristo seguía detrás de mi, y me reencontré con él en mi camino. Mi fe fue creciendo de nuevo en los años siguientes, fui madurando, y me sentí que volvía a casa. 

¿Cómo ha sido la experiencia de estos últimos diez años? 
He estudiado teología y he ido creciendo espiritualmente. Me he dado cuenta que dentro de la estructura de la iglesia católica no hay un lugar para mi. Es una estructura diabólica, según la etimología griega que habla de diabólico como algo que separa en vez de unir, divide i falsifica el mensaje de la buena nueva de Cristo. Estuve reflexionando sobre lo que decían los obispos y lo opinaban los cristianos de base. Vi que el hecho de ser católico te obliga a estar en una estructura de poder feudal que solo perpetua su poder y economía. No podía vivir mi fe dentro de esta estructura. 

¿Cuál fue el detonante para salir de esa iglesia católica? Me casé con mi marido, con quien ya llevábamos muchos años de pareja. Adoptamos tres hijos, y vi que no debía cambiar. Yo quería seguir madurando con mi fe, y la jerarquía y estructura de la iglesia católica me cortaban las alas. 

¿Formas parte, pues, de una iglesia católica independiente? Sigo siendo de la iglesia: una, santa y cristiana, de la que forman parte desde los anglicanos hasta los luteranos, pasando por los católicos o los evangelistas. Y no estamos fuera de ninguna rama, sino con todas. Las agrupaciones católicas independientes la forman, alrededor del mundo, católicos incómodos dentro de la estructura de la iglesia que dicta Roma, ya sea porque son homosexuales, o son sacerdotes y no quieren renunciar a su sexualidad y ser célibes, etc. 

¿Qué le permite hacer esta iglesia? 
La agrupación se llama Comunidad Apostólica. La formamos pocas personas por el momento. Yo fui ordenado sacerdote por nuestro obispo hace unos años, y ello me permite administrar los Sacramentos, aunque no tenemos una liturgia concreta. Nos relacionamos con la Iglesia de Guadalupe, formada sobretodo en América, por sacerdotes casados. 

¿Para Ud. ha cambiado el rostro de Cristo, desde que empezó hasta hoy? 
Es el mismo Cristo, el que proclama la buena nueva. El Reino de Dios es entre nosotros, y sobretodo entre los que lloran y sufren. A mi Jesús se me aparece a través del Sermón de la Montaña. 

¿Si tantas personas no se sienten satisfechas con lo que proclama la iglesia Católica, el futuro de la religión será está atomización de la religión en pequeñas iglesias y grupos? 
Esta es una visión des de la perspectiva de la iglesia Romana jerarquizada. La iglesia es una, y todos los cristianos formamos parte de ella, con nuestras diferencias. En el inicio del cristianismo, las diferencias entre los grupos de cristianos eran enormes, pero todos se sentían miembros de la misma iglesia. Ahora, desde Roma, se proclama que ellos son la única iglesia. Nadie tiene el monopolio de Cristo. En todo caso, el futuro pasa por una iglesia con menos recetas. Cuando el Reino de Dios llegue, ya no nos harán falta las recetas. Y hoy en día, la jerarquía romana lo único que hace es repartir recetas. 

¿Se ha confesado alguna vez por ser homosexual? 
No. No creo que sea pecado, ni lo he creído nunca. Me confesé de no haber sido casto cuando me había comprometido a serlo. 

Usted, además, ha sido director del Plan LGTB del Ayuntamiento de Barcelona. ¿Cómo trabajar por las comunidades LGTB desde la administración? 
Tenemos pendiente una tasca educativa importante. Los niños y adolescentes también tienen una sexualidad. Se les debe educar afectivamente para que vivan su sexualidad de forma plena. Hay que afrontar este tema y trabajar en la visualización del hecho homosexual: eventos, conferencias, apoyo a asociaciones, tercera edad… 

Es padre de familia numerosa. ¿Cuando los obispos apelan a la familia tradicional contra los matrimonios homosexuales, como se siente? 
Esta es una de las actitudes más malignas de la jerarquía romana. Cada vez que abren la boca, nuestros hijos, mi marido y yo mismo, nos sentimos profundamente heridos y marginados. Y esto, a mi parecer, es exactamente el contrario del mensaje liberador y compasivo de Jesús, de Cristo. La familia tradicional es una construcción social e histórica, y no tiene nada que ver con la llamada “ley natural” ni la “ley de Dios”, que los jerarcas romanos manipulan como quieren.

James Alison

“Ninguno de los textos bíblicos hace referencia a aquello que, desde la segunda mitad del siglo XIX, se conoce como homosexualidad” 


James Alison 
Teólogo 
Estados Unidos 


La conversación con James es fluida y por teléfono. Aunque él no domina el catalán, y mi inglés tampoco es de Hardvard, tenemos una lengua que más o menos conocemos con nuestros modismos personales, que es la castellana. También lo propicia el hecho de que James Alison es alguien cercano, que se ha interesado desde el primer momento por el libro, que quiere saber quien habla, qué editorial lo publica, cuando se editará y como. El hecho de pertenecer al mundo de la teología, lo obliga por deformación profesional a cierta prudencia que me gusta. Me gustan los prudentes porque lo que opinan es más meditado. Fruto de la sabiduría y de los años se pueden decir cosas coherentes y razonadas pero mucho más punzantes que desde el radicalismo incendiario. 

James, Ud. ha publicado muchos artículos sobre homosexualidad y textos religiosos. ¿A qué conclusiones ha llegado? 
Mi conclusión, como la de tantos otros estudiosos, es que ninguno de los textos bíblicos de los que de nos valemos hoy en día, se hace referencia a aquello a lo que llamamos homosexualidad, desde mediados del siglo XIX. El concepto era desconocido en la Antigüedad, -las sociedades antiguas trataban la realidad subyacente, lo que hoy llamaríamos “gay”, de formas muy diferentes. Se entienden mejor los textos bíblicos - que se acostumbran a actualizar de forma muy poco caritativa si se compara con otros textos que a nadie se le ocurriría aplicar a personas reales en la actualidad - si se les considera en su contexto de crítica contra varias formas de comportamiento en cultos idólatras, de varias formas de violencia abominable, de un incesto detestable. A todas estas críticas bíblicas se les puede dar un consentimiento moderno bien fuerte, sin que ello implique un comentario de las relaciones amorosas y estañes entre persas del mismo sexo, ya que no inciden en esta materia. 

A menudo habla de una virtud llamada “temor de Dios”. ¿Deben los homosexuales tener este temor? 
Si, entiéndeme bien: la virtud del temor de Dios es la que nos impide dejarnos llevar completamente por nuestra ceguera, producto de la consideración de nosotros mismos como justos, los que evidentemente tenemos razón, tanto que ni es necesario detenernos un poco a reflexionar si, quizás, nuestra supuesta bondad está a punto de hacer daño al prójimo, creyendo rechazado por Dios. 
La virtud del temor de Dios es aquello que nos abre el espacio de la autocrítica para que entremos en aquello real. Y claro que eso es importante, para las personas gays, como para las personas que no nos quieren. Esta es la única forma en que descubriremos si aquello que es gay es parte de la realidad, y por consiguiente creado por Dios, o si quizás es una mentira de mentes obcecadas, una perversión de una creación pura e intrínsecamente heterosexual. 
Finalmente se verá que hubo una ceguera violenta de una de las dos partes. Y por ello a todos nos hará falta esforzarnos para poder entrar por la puerta estrecha. 

Me gustaría que explicara la situación que se produce cuando un cristiano homosexual se reconoce como tal, y que desarrolló en una conferencia reciente. 
La autoridad eclesiástica insiste en tratar a las personas gays que se aceptan como tales como si fueran enfermos vanagloriándose de su defecto. Aceptamos, para avanzar en la discusión, su punto de partida: Yo soy un homosexual, de forma que mi tentativa de hablar de forma lógica u honesta podría ser considerada como la de un borracho que intenta caminar para convencer a un policía que no va borracho al volante. Me expongo honestamente a que la autoridad me trate de esta forma: “tratadme como un borracho si queréis, pero enseñadme a caminar recto a partir de aquí donde estoy. Pero no me tratéis como enemigo de la Iglesia que quiere destruir la santa moral, ya que hay una cuestión de verdad subyacente en todo, y si uds. tienen esta verdad, entonces demuéstrenmelo de forma que esta persona, a la que tratan como si anduviera borracho, sea capaz de razonar. 

¿Entonces tienen lugar los homosexuales dentro de la Iglesia? 
Claro que si, a todos los niveles de la Iglesia. La cuestión no es si tienen cabida, ni en la sencilla aseveración: “Ya los hay, ya”. La cuestión es si tienen cabida la honestidad, la veracidad, la transparencia de todas las personas homosexuales que hay dentro de la Iglesia. 

El Vaticano asegura que el hecho de ser homosexual es un puro “desorden”, y el camino hacia Dios consiste en caminar “ordenando” nuestra vida. ¿Hay alguna posibilidad que la Iglesia acepte que no se trata de un desorden, sino de una naturaleza, aunque sea minoritaria, pero naturaleza al cabo? 
Exactamente esto no es el centro de la cuestión en la Iglesia jerárquica: ¿cuál será el proceso por el cual la autoridad eclesiástica se deshará de la premisa falsa sobre la que está fundamentada la actual enseñanza de esta materia? Cabe decir que aquí la autoridad eclesiástica se encuentra ante un vacío doctrinal sin precedentes, cuando se entiende que las personas homosexuales no son heterosexuales defectuosos sino, como tu bien dices, una minoría natural que tiene lugar en toda cultura y que no comporta ningún tipo de patología o deficiencia. Desmonta la idea intrínseca de que el ser humano es heterosexual y que tiene una única forma aprobada de pareja, aquella que se da al matrimonio entre dos personas de sexo contrario. De la misma forma que tratar a cuadrúpedos con una sola asta en la frente como si fueran unicornios, y por lo tanto como caballos deficientes y autoengañados en la forma que no se comportan como caballos de verdad. Pero en rigor no habla de los rinocerontes. Es un error de categoría, y no puede basar una enseñanza moral en un error de categoría. 
En verdad, los feligreses católicos ya demuestran señales de haber comprendido todo esto con mucha menos angustia que el mundo clerical. Hace falta ver cuantas batallas se necesitarán para que las autoridades eclesiásticas empiecen a ajustarse a un descubrimiento antropológico sin precedentes. Pero por mucho que protesten, ya estamos bien embarcados en este proceso de aprendizaje. 

¿Ud ha sufrido personalmente la situación de ser sacerdote y abiertamente homosexual? 
Si, sobretodo hace unos cuantos años, como ya expuse en el libro: “Una fe más allá del resentimiento: fragmentos católicos en clave gay”, pero en los últimos años menos. Por una parte porque no hay nada -trabajo, vivienda, ingresos, títulos o reputación- que me puedan quitar, y de la otra en los últimos años ha tenido lugar un cambio lento pero profundo en el entendimiento de estas realidades e, incluso gente que antes me consideraba un enemigo parece que se ha dado cuenta que no lo soy, que hay algo de verdad en lo que antes creía equivocación y perversión. 

Lo combate diciendo que en las enseñanzas de Jesús se encuentra el mensaje esencial: es posible luchar contra la injusticia desde la fraternidad. ¿Lo entiende así? 
Estoy de acuerdo con el contenido de la frase. Creo que no se avanza nada si no conseguimos convertirnos en vencedores por la fuerza de los paladines del oscurantismo eclesiástico. Y en cambio si que se consigue si construimos lazos de fraternidad y acogimiento a partir de la debilidad y del oprobio incluso de nuestros perseguidores. Muchas veces ellos mismos incluso son hermanos nuestros homosexuales atrapados en una consciencia terrible y en un armario sumamente destructor de sus posibilidades humanas y espirituales. 

Todos los cristianos y homosexuales que conocen me remiten a la “verdadera enseñanza de Jesús”, que se reduce a un “haz el bien, y hazlo con amor”. Parece que todos los que no se sienten a gusto dentro de la Iglesia porque la rechazan o excluyen busquen en Cristo último anclaje donde agarrarse. 
Pues no solo los cristianos y homosexuales que tu conoces. El magisterio eclesiástico estaría faltado totalmente de sentido si no representara de alguna forma sacramental el único magisterio real en el cristianismo, que es el de Jesús: “Tenéis un sólo Maestro, y todos soys hermanos”. Es decir, apelar a la verdadera enseñanza de Jesús lo tienen tan en común los miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe como la gente de la calle como yo, ya que no hay otra autoridad. El drama actual es que ha existido un descubrimiento antropológico que, de ser cierto, ampliaría nuestro entendimiento no solo en el campo de la aplicación de las enseñanzas de Jesús, sino también de la fuerza de su espíritu para abrirnos a la verdad y hacernos libres. En esta discusión, como en tantas otras, la presencia viva y real de Jesús, aquello que es esencial en la tradición católica y cristiana, siempre será incómodo para defensores del rigor. Y cuidado, fuente de delito - o de último anclaje donde agarrarse como dices- para pecadores de todo nivel. No gratuitamente Jesús se proclama abogado defensor y se refiere a su espíritu como el de otro abogado defensor. 

Alguien me dijo que los homosexuales se creen felices, pero a ojos de Dios e interiormente son unos infelices. ¿Qué le respondería? 
Es tener muchas ínfulas creerse el portavoz de los ojos de Dios, y al mismo tiempo una extraña psicología la que se cree capaz de conocer mejor las vivencias de tantos corazones humanos, que no aquellos en cuyos pechos late.

Elaine Silodor y Arthur Goldberg

"En todos los aspectos medibles, los inconvenientes superan las ventajas en un estilo de vida homosexual” 


Elaine Silodor 
Arthur Goldberg 
Codirectores de JONAH 


Esta entrevista es ficticia. Bueno, no del todo. Elaine Silodor y Arthur Goldberg no quisieron someterse a ella. A cambio, su disposición fue inmediata para enviarme un artículo donde exponían su punto de vista, el de la asociación judía americana Jonah. Me pidieron con insistencia que si se publicara el artículo fuera íntegramente y que no fuera recortado. Así ha sido. 
Lo que no me pidieron es que no incluyera preguntas en medio de toda su disertación literaria, que es lo que he hecho, manteniendo el formato de entrevista y aligerando el contenido, sin alterar el texto ni eliminar nada. Sin mis preguntas, encontrarán el texto seguido tal y como me lo remitieron. 

¿Que es JONAH? 
Jonah (o sea Jonás) fue el nombre escogido para nuestro grupo como acrónimo de (Judios Ofreciendo Nuevas Alternativas a la Homosexualidad), además de remitirnos al nombre del libro bíblico de Jonás. El libro de Jonás es la porción de la Torá que se lee el día del Yom Kippur, es decir, el Dia de la Expiación, y es la parábola clásica del arrepentimiento. Para todos los judíos, el Yom Kippur representa la culminación de 40 días de reflexión, evaluación y la voluntad de cambiar lo que no ha funcionado bien en las nuevas vidas. 

¿Quieren decir que ser homosexual es algo que no funciona bien? 
Los mitos que envuelven el intento de normalizar la homosexualidad nos han dejado a muchos de nosotros confundidos y desorientados. Queremos ser buenas personas, no queremos discriminar a nuestras hermanas y hermanos que experimentan la atracción por su mismo sexo y, sin embargo esto, si aceptamos la homosexualidad de alguien como algo dado y natural, estamos haciendo lo correcto?

Entiendo que si. 
La evidencia científica reciente refuerza la evidencia científica tradicional que nos lleva a creer que la atracción por el mismo sexo es una adaptación emocional, que representa una vía para satisfacer las necesidades de amor no satisfechas. Basados en numerosa documentación, en JONAH tomamos posición sobre cómo el mundo judío y el no judío han de responder a esta cuestión. 

¿Cuales son sus argumentos? 
La Torah nos enseña que la homosexualidad es un comportamiento, no una identidad. Esta idea es más clara en la sentencia del rabí Shmuel Kamenetsky: “Todo lo que la Torah prohibe, el ser humano es capaz de controla”. La evidencia empírica demuestra que la homosexualidad se puede cambiar si realmente uno tiene la voluntad de hacerlo, y es por ello que lo que debemos hacer es dedicarnos a la enseñanza de la opinión pública sobre la prevención, causas y tratamiento de la homosexualidad. 

¿Qué papel juegan en ello las familias? 
Para los padres y familiares de aquellos que experimentan atracción para personas del mismo sexo (SSA), debemos admitir que, probablemente sin saberlo, contribuyeron a que nuestros hijos fueran homosexuales. Por tanto debemos dar ejemplo de como nosotros podemos crecer y cambiar, como podemos mejorar nuestra relación con nuestros hijos y enseñarles con el ejemplo que todos tenemos la capacidad de cambiar, incluso los conflictos más profundamente enraizados. 

Se trata pues de una condena de la homosexualidad. 
Debemos garantizar que las familias y las comunidades no condenen al ostracismo a sus hijos que viven un estilo de vida homosexual. Es cruel rechazar a un niño por una cosa que no es culpa suya. En palabras del Rabí de Lubavitch, hay que “tener una actitud de amor y afecto, extendiendo una mano amiga”. 

¿Hay que fomentar el dejar de ser homosexual? 
Tenemos que llegar a aquellos que experimentan atracción por personas de su mismo sexo y hacerles saber que les daremos apoyo en todo lo posible si es que deciden salir de la homosexualidad de transición y recuperar su potencial heterosexual. Sin embargo, debemos quererlos, como individuos que son, incluso si optan por permanecer en un estilo de vida homosexual. Debemos hacerles llegar nuestro amor y compasión y hacerles ver que muchas veces la peor condena de los homosexuales proviene de su propio sentimiento interioridad de vergüenza y culpa. 
Por otro lado, los activistas gays buscan un ambiente culto para poder mantener a los homosexuales en un sentido confuso de la identidad de género, dentro de los límites del estilo de una vida gay trucada. Los homosexuales son nosotros, y nosotros somos ellos, ellos no han nacido de una clase diferente de personas, no nacieron diferentes. Nadie escoge ser homosexual, del mismo modo que no escoges ser obeso, alcohólico, o afectado por una enfermedad grave. Es decir, serlo o no, nos incluye a todos. 

Terapias reparadoras, pues. 
Debemos trabajar juntos para encontrar la mejor forma de explicar que podemos amar a nuestros amigos y familiares que sienten atracción por el mismo sexo, y sin embargo, animarlos a cambiar. Debemos ser honestos y dejar que el público sepa que en todos los aspectos medibles, los inconvenientes superan las ventajas en un estilo de vida homosexual, aunque un gobierno o una iglesia lo aprueben. 

¿No se puede ser feliz, entonces, siendo homosexual? 
Es simplemente cruel decir a los jóvenes que experimentan atracción por personas de su mismo sexo que un estilo de vida homosexual les dará la misma oportunidad de vivir una vida plena, que un estilo de vida heterosexual. Debemos hacer frente a todo aquello “políticamente correcto”, y a la retórica de nuestros tiempos, y decir la verdad. 

¿Cuál es su objetivo final? 
Nos congratulamos todos cuando los problemas reales relacionados con la homosexualidad estén fuera del armario, cuando el estigma de ser homosexual se vea reducido, cuando una vez los homosexuales que hayan dejado de serlo no tengan vergüenza de hablar y puedan dar esperanza a los otros, cuando los padres admitan sus errores, cuando los seres humanos sepan que los queremos suficiente como para levantarse y luchar por su derecho a vivir una vida normal, y cuando el mundo entienda las causas subyacentes de la atracción por el mismo sexo. Todos debemos unirnos, hablar, dar a conocer nuestra causa y ayudar a nuestros amigos y familiares que están sufriendo atracciones no deseadas del mismo sexo.

Raúl Lugo

“Un dato indiscutible de la actuación de Jesús: él nunca discriminó a nadie” 


Raul Lugo
Sacerdote católico
Autor de Cristianismo y Homosexualidad
México

La disposición que Raúl Lugo ha tenido hacia mi me llena de gratitud. Como no encontré su libro, motivo de un proceso abierto por la Iglesia hacia él, me lo envió por correo electrónico sin problemas. Es un hombre afable, noble, comprometido con su país, con el pueblo, con lao gente. Dice las cosas por su nombre. No se si es seguidor de la teoría de la liberación, pero su generosidad reflexiva, su posición al lado de las personas, en este caso de los homosexuales, lo hace postulante de una nueva teoría de la liberación queer.  

Ha sido usted acusado por la Iglesia en muchas ocasiones de apología de la homosexualidad. ¿Por qué cree que la Iglesia tiene tanto miedo de la homosexualidad? 
Bueno, para ser preciso, la acusación oficial que he recibido ha sido la de “favorecimiento a la conducta homosexual”, whatever that means. En efecto, creo que en la iglesia hemos recibido de herencia una mentalidad que, asumiendo doctrinas filosóficas que abogaban por el desprecio al cuerpo, ha terminado en tener miedo a la sexualidad en general y a la homosexualidad en particular, considerando lo relativo al cuerpo y al placer como potencialmente pecaminoso. A esta visión despreciativa del cuerpo y la sexualidad hay que añadir el hecho de que la homosexualidad es un comportamiento disidente, es decir, que confronta posiciones muy arraigadas culturalmente hablando. 
Yo siempre he pensado que el sentimiento de temor no se experimenta solamente en el caso de las personas homosexuales, sino que se extiende, en general, a la diversidad como conjunto. Pensemos, por ejemplo, en la migración. El rechazo a los inmigrantes es, desde mi perspectiva, otro signo del mismo miedo, el miedo a la diversidad. Rechazamos a los que vienen a vivir en medio de nosotros porque nos inquietan nuevas maneras de vivir y de ver las cosas. Los inmigrantes visten distinto, comen distinto, piensan distinto, celebran fiestas distintas de las nuestras, tienen modismos de lenguaje que no entendemos. Y aunque eso se manifiesta de manera especial en los extranjeros, es también un fenómeno que no tiene que ver con fronteras estatales, y sí, en todos los casos, con fronteras humanas. Esto mismo ocurre con las personas homosexuales. 
Y hay que decir que en este sentimiento de temor la iglesia no está sola. Se trata de una mentalidad muy extendida, a veces, hay que decirlo, hasta en ambientes liberales y de izquierda. En este sentido, la revolución sexual y de género no ha logrado penetrar muchos ambientes.

¿Qué podemos hacer para desvincular homosexualidad de las palabras “vicio”, “perversión”, “enfermedad”? 
Tocas un tema que me importa mucho. Persiste todavía en el imaginario colectivo una relación entre homosexualidad y anormalidad, perversión o enfermedad. A pesar de que en la mayoría de los países occidentales ha ido madurando la convicción de que un orden democrático verdadero es incompatible con la existencia de actos discriminatorios basados en prejuicios, convicciones u omisiones relacionados con el sexo, la raza, la pertenencia étnica, el color de la piel, y otras características, entre las que suele enunciarse la preferencia sexual, la identificación entre homosexualidad y enfermedad sigue ofreciendo una especie de carta de ciudadanía a la discriminación contra personas homosexuales. 
Se trata de lo que los especialistas denominan “falacia discriminatoria” en la que los prejuicios no son reconocidos como tales, sino que son adoptados por quien discrimina simplemente como una verdad natural e incuestionable. De esta manera, aunque la discriminación implique siempre una diferenciación arbitraria e ilegítima, sustentada en estereotipos culturales creados y transmitidos socialmente, esta “falacia discriminatoria” induce a concebir las desigualdades como resultado de la naturaleza y no como construcción cultural. Por esa vía, la discriminación busca, y muchas veces consigue, su aceptación y su legitimidad. Por eso es tan importante luchar por la desvinculación de los calificativos que mencionas en tu pregunta. 
Se hace necesaria una transformación del pensamiento y de la cultura. Y esto no es tan fácil. Sin embargo, yo soy optimista. Reconozco que los recientes, abundantes estudios científicos sobre el origen de las orientaciones sexuales, no han logrado consolidar todavía un consenso universal. Las investigaciones sobre la presencia de la homosexualidad en diversas especies animales ponen en crisis una concepción rígida de ley natural, pero para muchas personas no resultan aún determinantes. Sin embargo, quedan muy pocos hombres y mujeres de ciencia que sostengan una identificación entre naturaleza y heterosexismo. Y eso es una buena noticia. 
A pesar de que la discriminación a las personas homosexuales sigue estando presente en muchos países, el panorama actual marca una tendencia cada vez mayor a su aceptación y al reconocimiento de la diversidad sexual como un dato de la realidad que no puede soslayarse más. No me refiero solamente al hecho de que las principales asociaciones psiquiátricas del mundo hayan eliminado la homosexualidad entre la lista de las enfermedades mentales. Ni siquiera al hecho trascendente de que en una buena cantidad de países se hayan establecido ya mecanismos para que ya no se tolere discriminación alguna por motivos de orientación sexual. Me refiero a algo que es aún más hondo que esto. 

¿Por ejemplo? 
Pienso que todas las cosas que he mencionado no son solamente datos anecdóticos, sino la muestra globalizada de lo que yo llamo una “mutación de conciencia”. Se va llegando cada vez con más claridad a la concepción de que la democracia, para serlo cabalmente, tiene que ser ajena a la exclusión, a la marginación y a la desigualdad, asegurando el pleno ejercicio de los derechos y de las libertades de todas las personas. Y esto no ocurre solamente en el nivel de las leyes internacionales y las decisiones de los países. Es reflejo de un cambio que se está dando en la conciencia de los individuos y las colectividades. 
Se va abriendo paso una nueva concepción, que muchos autores llaman “cambio antropológico”, en el que las personas homosexuales comienzan a ser vistas, consideradas y tratadas, como personas diferentes, pero sin que esa diferencia marque una desigualdad en la dignidad y los derechos. Yo pienso que esta toma de conciencia está muy lejos de ser una moda temporal o la señal del deterioro de las condiciones morales del mundo. Me parece más bien que se trata de un colectivo “caer en la cuenta” de que estamos frente a una realidad antropológica que sencillamente es así. Se trata de un auténtico descubrimiento humano, aunque pueda parecer banal. Nos estamos dando cuenta sencillamente de que hay gente que es así, lo cual no convierte a estas personas en algo especial ni las hace ni más ni menos capaces para realizar cualquier cosa. 
Esta nueva comprensión, que podría compararse con el momento en que los negros comenzaron a ser considerados iguales que los blancos, o las mujeres igual que los varones, ha venido acompañada del reconocimiento, ya desde la segunda mitad del siglo XX, que no hay defecto psicológico que esté presente entre las personas homosexuales que no lo esté en las personas heterosexuales y viceversa. En efecto, en cada época histórica han ido desapareciendo prejuicios y hoy no suscribiríamos ideas que apenas hace cincuenta años eran consideradas normales, como que el marido se considerara superior a la esposa y pudiera ejercitar la violencia contra ella, o que un negro no pudiera casarse con una blanca. Pero no siempre fue así. Y en las épocas en que esto no fue así, la mentalidad mayoritaria, el prejuicio visto como normalidad, se justificaba diciendo que eran realidades naturales, objetivas, inscritas en la naturaleza humana, aunque hoy nadie se atreva a sostener dicha justificación en voz alta. 
No sé cada cuánto tiempo la humanidad vaya llegando a estos consensos antropológicos que rompen una manera determinada de ver la vida. No sé tampoco qué elementos explican esta mutación de conciencia. Si algunas personas son sencillamente homosexuales y este hecho no obedece ni al pecado, ni al desorden, ni al vicio, ni a fracasos de los papás ni a ingerencias de espíritus malignos, entonces tendremos que enfrentar con nuevas respuestas la cuestión de la diversidad sexual y ofrecer una nueva aproximación teológica a esta realidad

Usted considera en su libro que el sexo es bueno y saludable de por sí. Eso no lo comparte la doctrina de la Iglesia. 
Bueno, yo no estaría tan seguro de esa afirmación que haces. No creo que haya ningún teólogo o pastor que no reconozca que las palabras del Génesis “y vio Dios que todo lo que había hecho era muy bueno” (Gn 1) no se apliquen a la sexualidad. Es cierto que el camino de construcción de una moral sexual en todos los siglos que lleva la iglesia ha sido muy accidentado, como por otra parte lo es cualquier construcción cultural humana. Y también es cierto que, sobre todo a partir de san Agustín, tomó carta de ciudadanía en la reflexión de la iglesia una cierta visión pesimista del cuerpo humano y una consideración de la sexualidad como algo peligroso, pero las últimas declaraciones papales ensalzan la sexualidad como, en palabras de Juan Pablo II, un “lenguaje de amor”. 
El problema es, desde mi punto de vista, que aunque hemos logrado librarnos (al menos en teoría) de la mentalidad que ve el sexo como algo malo, o al menos, demasiado riesgoso, de lo que no hemos logrado escapar, como del resto no escapa la mayor parte de las religiones e ideologías, es del heterosexismo, que considera la relación sexual hombre-mujer como la única legítima, digna de ser protegida y, religiosamente hablando, la única agradable a Dios. 

¿Jesús habla de homosexualidad alguna vez? ¿En qué términos? ¿El Evangelio condena la homosexualidad? 
Es inevitable que en el estudio de la Biblia cometamos algunos anacronismos. La Biblia contiene textos surgidos en un tiempo y una cultura que ya no son los propios de los lectores y lectoras de hoy. Por poner un ejemplo: la palabra “publicano” que aparece en el evangelio es del todo incomprensible para un lector de hoy. Pero incluso si la tradujéramos a un lenguaje de hoy deberíamos poner “cobrador de impuestos”, lo cual tampoco significa gran cosa, porque los cobradores de impuestos hoy (la secretaría de hacienda) no tienen nada que ver con los cobradores de impuestos en una Palestina dominada por un imperio extranjero. Si no conocemos el trasfondo de los textos, no podemos explicarnos por qué los publicanos eran considerados impuros y pecadores debido al trabajo que realizaban. 
Bueno, pues lo mismo ocurre con la pregunta que me haces. Jesús no pudo haber hablado de homosexualidad debido a que el término mismo no aparece en la historia sino hasta 1869. Cierto que algunos textos del Primer o Antiguo Testamento se refieren de manera condenatoria a las relaciones de varón con varón (no hay en el AT ninguna referencia a relaciones entre mujer y mujer), pero lo hacen en un contexto cultural que no tiene que ver nada con lo que hoy nombramos homosexualidad. Jesús nunca hizo referencia a las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. No era, por cierto, una práctica desconocida en el mundo grecorromano de la época. Entre los nobles y patricios era común que algunos siervos o esclavos jóvenes varones prestaran servicios sexuales a sus patrones. Y sin embargo, Jesús nunca hace una referencia explícita a esta práctica. Hay algunos especialistas que atienden a dos textos que pueden, incluso, insinuar que Jesús no vio tales prácticas con malos ojos. Se trata de la curación del hijo de un soldado romano de alta jerarquía, que se acerca a Jesús para pedir por su criado “a quien quería mucho” y Jesús decide ir a curarlo, aunque el soldado, respetuosamente, rehúsa la presencia de Jesús en su casa por considerarse impuro debido a que era extranjero (Mt 8,5-13). Algunos sostienen que tal amor expresado a un criado, que impulsa a un soldado de alta jerarquía a buscar a Jesús para pedir la curación, podría hacer referencia a este tipo de vínculo sexual. 

¿Tiene más historias? 
Otros hablan del joven que llevaba un cántaro, y que es quien señala a los discípulos, según una orden previa de Jesús, dónde será la cena de pascua (Lc 22,7-13). Dicen que tal comportamiento, llevar un cántaro, era un trabajo encomendado exclusivamente a las mujeres. Jesús habría tomado a un hombre que cargaba con el desprestigio de tener actitudes o roles distintas a las de su sexo para convertirlo en señal del lugar donde se celebraría la cena pascual. Es curioso que la versión mateana del relato elimine al joven (Mt 26,17-19) y lo llame simplemente “Fulano”. En la más reciente asamblea de la Asociación de Biblistas de México, el P. Manuel Villalobos presentó una aproximación queer a este texto, que causó una de las polémicas más fecundas de la asamblea. 
Sin embargo, dado que los resultados de estas aproximaciones exegéticas están todavía en etapa de discusión entre los especialistas, prefiero referirme aquí a lo que sí es seguro y que conforma un dato indiscutible de la actuación de Jesús: él nunca discriminó a nadie. La pregunta que me haces es muy pertinente y quisiera brevemente resaltar su pertinencia. ¿Por qué tanta importancia a lo que Jesús haya dicho o hecho a propósito de la sexualidad? Porque los cristianos creemos que es Jesucristo la máxima revelación de Dios para nosotros. Sí, una de las verdades más importantes para los cristianos es que Jesús de Nazaret, el hombre concreto que vivió en Palestina durante más de 30 años, es la revelación definitiva de Dios. Pueden privilegiarse algunos rasgos de la personalidad de Jesús, pero ningún retrato está completo si omite una visión global de su persona y su mensaje. Jesús no es solamente lo que dijo, sino también lo que hizo, es decir, con quiénes se relacionó, a qué se opuso, con quiénes se peleó y por qué. 
En este tenor es que subrayo que Jesús nunca rechazó a nadie. Y eso, en medio de una sociedad judía que era esencialmente marginante. El culto y la religión de los judíos marcaban una distancia infranqueable entre quienes tenían acceso legítimo a Dios y quienes quedaban excluidos de su presencia. Había muchas razones para justificar esta exclusión: ser mujer, ser niño o niña, ser extranjero, estar enfermo, practicar alguno de los oficios considerados despreciados, no contar con una línea genealógica pura, haber estado en contacto con la enfermedad o la muerte, comer alimentos prohibidos, etc. Pues bien, Jesús obró a contracorriente: se acercó a aquellos que eran despreciados y considerados pecadores en su tiempo. Incluyó a muchos de ellos en el círculo cercano de sus discípulos y discípulas, y una de las acusaciones a la que tenían que hacer frente con cierta frecuencia los discípulos de Jesús era precisamente: “¿Por qué el Maestro de ustedes se junta y come con impíos y con pecadores?” (Mt 9,11). Muchos textos muestran con claridad la intención de Jesús de reintegrar a los que eran marginados o excluidos de sus comunidades. En cambio los enemigos de Jesús por excelencia, los fariseos, fueron acusados por él de usar la religión para discriminar y marginar. Esos sí que son datos indiscutibles, y todos los cristianos y cristianas tenemos la obligación de confrontarnos con ellos. 

¿Qué le diría a un chico o chica que le quiere confesar su homosexualidad y que se siente culpable? ¿Qué mensaje transmitiría al homosexual que teniendo fe, se siente apartado de la Iglesia? 
En ambos casos lo primerísimo es una actitud de acogida y escucha. Las personas homosexuales, como cualquier otra persona, acuden al sacerdote para escuchar una palabra orientadora, y no hay ninguna orientación posible si la actitud de recepción es condenatoria. Cada persona es un misterio del amor de Dios y cada cual tiene su propio camino que recorrer. Los que ejercemos el ministerio sacerdotal tenemos que ser muy conscientes de ello. Aunque la posición oficial de la iglesia respecto a la homosexualidad es muy dura (lo cual, dicho sea de paso, está en discusión en diversos niveles eclesiales), todos tenemos la obligación de que el trato a las personas homosexuales sea un trato lleno de amor y respeto. 
Para desterrar el sentido de culpabilidad frente a la propia identidad sexual, no hay fórmula que valga para todas las personas. Hay quienes necesitan salir de un entorno culpabilizante, mientras que otros llevan al acusador metido en su mismo corazón. Hay que colaborar a que las personas homosexuales (y todas las personas en general), aprendamos a mirar la diversidad sexual como un don de Dios, por el que hay que estar agradecidos. 
Quisiera que la iglesia respondiera a su vocación de ser una casa abierta donde todos y todas pudieran encontrar acogida. Esto no es una realidad todavía, pero no cejamos en el empeño. A una persona homosexual que, teniendo fe, se siente apartado de la iglesia, la invitaría a participar (y le sugeriría si los tuviera a mano) en algún grupo de oración y a no permitir que los prejuicios, presentes en la sociedad y en la iglesia, le arrebaten a Dios. Sé que no hay todavía muchos nichos de acogida en nuestras parroquias. No, si la persona decide vivir su orientación sexual sin esconderla. Porque hay casos, más numerosos de los que quisiéramos reconocer, en que un servidor o servidora de la parroquia es homosexual y la gente de la comunidad lo sabe o al menos lo sospecha, lo mismo que el sacerdote, pero que la persona sea admitida en el servicio que desempeña depende de que guarde silencio sobre su orientación. Al hacer esto condenamos a muchas personas a vivir renegando de aquello que son y en una represión que puede ocasionarles serios daños. Hay, en cambio, que ir ganando espacios libres de discriminación en nuestras iglesias. Por eso me gusta animar a las personas homosexuales cristianas a que se reúnan, que hagan juntos oración, que celebren juntos su fe aunque sea de manera no convencional, que enriquezcan a la iglesia con su testimonio. 

¿Qué opina de las confesiones cristianas más abiertas que la Iglesia Católica que permiten la diversidad sexual? 
Celebro que algunas confesiones cristianas hayan dado pasos adelante para una aceptación plena de las personas homosexuales en sus iglesias. De cualquier manera, no ha sido fácil (y no lo es) llegar a consensos en este tipo de asuntos. La iglesia anglicana, por ejemplo, resiente una profunda división en sus filas respecto de este tema. La iglesia luterana es quizá la que ha dado pasos más decisivos en esta línea. Creo que una de las cosas que permite una mayor apertura en estas iglesias es su estructuración plural, es decir, el hecho de que no haya una centralización de gobierno tan grande como se da en la iglesia católica. Pero tampoco hay que engañarse: la batalla está lejos de ganarse. Muchas iglesias protestantes, particularmente las de nuevo cuño, muestran una oposición a la homosexualidad que a veces deviene en actitudes aún más discriminatorias que las de ciertos círculos de la iglesia católica. Cada fundamentalismo quiere ser más radical que el otro. 
Pero yo soy un hombre de mucha esperanza. Como he mencionado antes, yo creo que está en curso lo que yo llamo, junto con el teólogo James Alison, una “mutación de conciencia colectiva” con respecto a la homosexualidad. Este cambio terminará por vencer las resistencias para una aceptación de la diversidad sexual en nuestras iglesias. No sé si yo lo veré, pero estoy seguro de que será así. 

Después de tantos años trabajando con homosexuales, para ofrecerles una forma de vivir en plenitud su fe sin renunciar a naturaleza, ¿nos podría resumir en qué ideas se basa este método? ¿Como podemos hacerlo? 
Bueno, no hay un patrón común en todos los casos. Depende del grado de aceptación que cada persona homosexual llegue a tener de sí misma. La vivencia en plenitud de la fe tiene, sí, un ingrediente de aceptación social, pero no creo que eso sea lo más importante. Creo que lo primero es reconciliar a la persona homosexual con su propia preferencia u orientación y después ayudarlo a que, con una conciencia renovada de su dignidad, entable una relación con el Dios del evangelio. Un buen punto de partida es ayudar a las personas (y esto vale para todas las personas, independientemente de su orientación sexual) a acercarse a la persona de Jesús. Para ello una lectura acompañada de los evangelios puede ser muy provechosa. También puede ser de ayuda estudiar juntos libros como el de Pagola, (PAGOLA J.L., Jesús. Una aproximación histórica, Ed. PPC, Madrid 2009) que combinan la exposición clara con un auténtico servicio a la fe de los lectores. El Jesús que emerge de un estudio de los evangelios tiene el poder de borrar muchas de las mañas experiencias que las personas homosexuales han tenido en el seno de sus iglesias. 
Los caminos pueden ser muchos, pero el objetivo es el mismo: que la persona homosexual experimente la gratuidad e incondicionalidad del amor de Dios y encuentre alguna experiencia, por mínima que sea, de construcción comunitaria, sea construyendo espacios de oración y servicio, sea insertándose en una comunidad más amplia. Por eso las parroquias que mantienen una apertura evangélica a las personas homosexuales, son tesoros que hay que cuidar y mantener, aun en medio de la ola de fundamentalismo que a veces parece invadir a nuestras iglesias.